Hace un año, Amelie lo tenía todo: un novio de toda la vida, su mejor amiga de la infancia y un trabajo en el restaurante de su padre. Su vida era perfecta. Hasta que Ian se sentó junto a ella en una boda y le demostró que quizá podría apetecerle algo fuera de la carta.
Hoy, Amelie está soltera y sin trabajo, y se ha tomado un respiro de su mejor amiga. Por si fuera poco, ha perdido todo contacto con Ian. Cuando visita la ciudad de este para dar una conferencia sobre cocina, espera un gran encuentro romántico y trascendental. Sin embargo, todo vuela por los aires al descubrir que Ian es hijo del rival de su padre.
¿Puede haber un fiasco aún mayor? Él solo quiere que sean amigos. Amelie tiene una semana para hacerle cambiar de opinión y demostrarle que, pese a todo, ella es la persona indicada con la que compartir su menú de boda.
Dianna solo piensa en una cosa: vengarse. Cuando le arrancan la poca humanidad que le queda, decide entregarse a su faceta más monstruosa y ver el mundo arder.
Samkiel, el único que se niega a aceptar que la chica a la que amó se ha convertido en el monstruo que todo el mundo dice ver en ella, está decidido a hacer lo que sea para salvarla de sí misma, aunque eso implique perderla.
Ahora que todos los reinos están sometidos al ejército de Kaden y que se avecinan nuevas amenazas, Samkiel no puede permitirse bajar la guardia. Pero, a medida que Dianna se vuelve más sanguinaria, se da cuenta de que el tiempo se le está agotando y no sabe si será capaz de salvarla y sobrevivir…
Donde hay dioses, hay monstruos.
Clay Johnson tiene un cuerpo de infarto y una sonrisa que te detiene el corazón... Como coordinadora de Relaciones Públicas de su equipo de fútbol universitario, solía ser el jugador más fácil de abordar, hasta que su novia rompió con él y se convirtió en mi mayor dolor de cabeza.
Cuando me pilla derrumbándome frente al tío que me gusta, Clay se encarga de tramar un plan absurdo: él me ayudará a llamar su atención mientras finjo ser su novia para poner celosa a su ex.
Sin embargo, conforme pasamos más tiempo juntos, más me cuesta distinguir lo falso de lo real y, en particular, no puedo negar el modo en que mi cuerpo reacciona cada vez que me toca.
Pusimos unas reglas claras. Implementamos unas barreras. Pero dicen que las reglas se hicieron para romperse. Y, al parecer, los corazones también.