Para los Aliados occidentales, el 11 de noviembre de 1918 siempre ha sido una fecha solemne: el fin de los combates que habían masacrado a una generación, y también la reivindicación de un tremendo sacrificio, con el desmoronamiento total de sus principales enemigos, el Imperio alemán, Austria-Hungría y el Imperio otomano. Sin embargo, para gran parte del resto de Europa se trataba de una fecha carente de significado, ya que una interminable serie de terribles conflictos fue afectando a un país tras otro. En este libro, sumamente original y absorbente, Robert Gerwarth nos pide que volvamos a reflexionar sobre el verdadero legado de la Primera Guerra Mundial. En gran medida, lo que acabó siendo un factor tan desastroso para el futuro de Europa no fueron los combates en el Frente Occidental, sino las devastadoras secuelas de la Gran Guerra, a medida que los países de ambos bandos del conflicto original sufrían el azote de las revoluciones, de los pogromos, de las expulsiones masivas y de nuevos conflictos a gran escala.
En 1944, la corriente sionista europea estaba a punto de lograr el objetivo de fundar su propio Estado en territorio palestino. Fueron muchos los intelectuales que participaron de este planteamiento, entre ellos Hannah Arendt, quien elaboró un breve estudio acerca de la viabilidad del proyecto, posicionándose a favor de la creación del Estado de Israel, aunque con ciertas reticencias: este asentamiento no debía realizarse sin establecer las condiciones con claridad, debido al peligro de desembocar en una convivencia truncada y hostil. Advirtió, además, de que Estados Unidos podría aprovecharse de la situación para apropiarse del petróleo de la región.
Sobre Palestina alberga una funesta premonición que había permanecido inédita hasta hoy. Tanto en el prólogo como en el epílogo, el filósofo Thomas Meyer da cuenta del contexto del manuscrito de la pensadora judía y del porqué de que nunca se publicara, amén de las presiones recibidas por parte de los comités de apoyo sionista. En este volumen también se incorpora el memorándum titulado "El problema de los refugiados palestinos", redactado por varios autores en 1958 -entre los que figura, a disgusto de ella, Hannah Arendt- y publicado por el Institute for Mediterranean Affairs, un estudio en forma de esclarecedor catálogo de cuestiones acerca del conflicto palestino, redactado diez años después de que el Estado de Israel se hiciera realidad, del modo en que Arendt había temido y pronosticado.
Con un ardiente beso, los muros que separaban a Alizeh, la heredera perdida del antiguo reino de los jinn, y a Kamran, el príncipe heredero al trono arduniano, se han desmoronado. Al igual que sus respectivas vidas.
El abuelo de Kamran, rey de Ardunia, ha muerto y su terrible pacto secreto con el diablo ha salido a la luz. Cyrus, el misterioso noble de cabellos cobrizos, ha secuestrado a Alizeh y la ha llevado al reino vecino de Tulán, donde él es el rey. Cyrus también ha hecho un pacto con el diablo, que obligará a Alizeh a traicionar sus sentimientos por Kamran para reclamar su posición como reina de los jinn.
Alizeh no quiere tener nada que ver con Cyrus ni con su trato con Iblís. Pero, estando atrapada en Tulán y tentada por la promesa de cumplir su destino como heredera al trono, se ve obligada a considerar la posibilidad de dejar a un lado sus sentimientos y convertirse, por fin, en la reina que su pueblo necesita.
Mientras tanto, Kamran trata de recomponer su imperio, ahora dividido. Frente a todo un aluvión de traiciones, lo único que tiene por seguro es que debe viajar a Tulán para vengar a su abuelo. Confía en que Alizeh lo esté esperando allí. y que no se haya convertido todavía en la reina del monarca tulaní.