Realmente me pareció entretenida, conmovedora e interesante por los valores que nos inculca. Digna de una lectura obligatoria para niños y adolescentes. Una lectura ecológica. No aburre ni cansa, muy dinámica, adecuada para leerla de una sola sentada. Es bastante detallista a la hora de describir el espacio geográfico donde transcurren los hechos y cómo viven los habitantes de La Ceibita y otros puntos geográficos que sirven de escenario.
Los personajes son algo cómicos, reflejan mucho la ignorancia, lo ingenuo, el miedo y las creencias en mitos, en leyendas e historietas que solían hacer los padres o la gente de la vecindad como una manera de entretenimiento, pero que también los adultos compartían en grupos, que, aunque no eran parientes, compartían de manera casi familiar.
En resumen: es una novela corta, de solo cuatro capítulos, que busca dejar varias enseñanzas al niño y a los adolescentes, como dije al principio para desmenuzarla en una sola sentada, apta para el cine.
Relámpago, esplendor, breve-visiones, textos y pre-textos..., hoguera fulgurante que incluso en la distancia late hacia las esencias de la clara poesía y el creativo universo de este poeta total. Como hizo el gran Picasso, en su famosa serie La metamorfosis de un toro, Morrison ha logrado con poquísimos trazos una obra que, desde el minimalismo y la sucinta concreción ciñe todo el mensaje y la apostura de lo primigenio. Lo simple es lo eterno. No necesita describir una flor, porque la imagen de un solo pétalo, o de un entrevisto pistilo, contiene la summa del concepto, la flor que es, y todas las que son y serán. Del haiku a la minificción, de la reflexión al adagio cargado de humanidad y de sentido, la más alta belleza arde calladamente en este fuego y nos habla directo al corazón y a sus latidos. Acérquense a esta hoguera y la escucharán crepitar.