Theo Van Gogh es un hombre «sin talento» que cifra su existencia en el amor que profesa al arte y a su hermano Vincent, el artista de la familia, a quien envía dinero y cartas llenas de melancolía. Esta correspondencia hasta ahora inédita, rigurosamente inventada por Julio César Pérez, juega de manera especular con las cartas reales de Vincent a Theo, se interrumpe poco antes de la muerte de ambos y no recoge ninguno de los acontecimientos que marcaron la vida del «loco pelirrojo». Habla, más bien, de las esperanzas y los miedos del menos conocido de los hermanos, del París de los impresionistas, del sentido profundo del arte.
En estas páginas hay sombra, hay muerte y tragedia, pero por encima de todo está la búsqueda, a veces infructuosa, de la belleza. Eso que Julio César Pérez persigue con una libertad insolente.
Este libro no es un abrazo, es el oxígeno y la vergüenza, es amor por el pasado, es la mano y la memoria, es la historia que perdimos. En este volumen se reaviva a poetas del siglo XVI de las letras hispánicas, cuya obra continuaba ignorada aun siendo parte de nuestra cultura. Vivimos el principio del fin del olvido. En este volumen recogemos las coordenadas a las que hemos podido acceder desde la lejanía de la memoria, después de tantos años de ostracismo al que fueron condenadas las mujeres. Pasear por la historia es una forma de recuperar y de encontrarle sentido al presente, de ver renacer los primeros olvidos. Este libro se conforma atendiendo a las lenguas que se expandían por el territorio español, y a las que hemos querido dar presencia a las autoras de América que comenzaban a escribir en castellano tras la colonización española.
A pesar de que la mujer tuviera un lugar preferente en el siglo XVIII, apenas se ha conservado dignamente la obra poética escrita por mujeres. Esta antología continúa el camino que se inició con los dos primeros volúmenes de POÉTICAS, que corresponden a los siglos XVI y XVII, porque el olvido a las escritoras se han producido durante toda la historia, y pretendemos recuperar parte de la literatura antes de perderla sin remisión. Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa Sor Ana de San Joaquín Teresa Guerra Doña María Josefa de Rivadeneyra Ana Verdugo y Castilla Chicaba María Nicolasa de Helguero y Alvarado María Joaquina de Viera y Clavijo María Gertrudis Hore Rafaela Hermida Jurquetes Xosefa Xovellanos Ana María Espinosa y Tello Clara Jara de Soto Margarita Hickey María Rosa de Gálvez
Todas las claves de la batalla cultural e ideológica en España.
En tiempos de máxima polarización, resulta especialmente valioso un análisis ponderado sobre las principales ideas y propuestas políticas que plantean los partidos políticos españoles en ambos lados del espectro. Como politólogo, Eduardo Bayón propone un desapasionado pero comprometido ensayo que recorre los principales y más recientes hitos de la política española. Lo hace con un notable esfuerzo de desmitificación y aclara aclaración ideas capitales como la libertad, la igualdad, la seguridad, el feminismo, la dupla juventud-rebeldía o la gestión de la economía.
Junto a las ideas, aborda asuntos como el consenso político, el sistema electoral español, la identidad nacional y territorial, el populismo o la crisis institucional y la desconfianza, además del fenómeno de los hiperliderazgos y la mediatización de la política. En definitiva, un completo recorrido por las cuestiones más candentes y disputadas de nuestro panorama político. Un libro importante y esclarecedor para cualquier lector interesado en el presente y en el futuro de nuestra vida en común.
Con Augusto acaba la República y se inicia el Imperio. Acaba el mundo antiguo y la civilización romana se hace universal, así comienza el mundo moderno.
Con el Imperio, la ciudadanía acabará dejando de ser un privilegio de una minoría opresora, a un derecho de nacimiento que integrará a todos por igual, y las viejas ciudades-estado como Atenas, Esparta, Cartago, o más tarde Roma, serán sustituidas por el concepto de nación.
El censo de Augusto fue el instrumento que operó esa revolución silenciosa sobre la que pivota indefectiblemente nuestra civilización occidental: la ciudadanía universal, con la nación como garante de los derechos y libertades inherentes a esa ciudadanía.
Y mientras esos gigantescos avances jurídicos y políticos, que cambiaron el mundo para siempre, empezaban a ponerse en marcha en tiempos de Augusto, en uno de los pueblos más alejados e insignificantes del Imperio, en Belén de Judea, nacía la primera persona de la que tenemos constancia histórica que formó parte de ese primer censo de Augusto: Jesús de Nazaret. ¿Casualidad?
Con extraordinaria lucidez, la autora percibe de inmediato las afinidades entre el nazismo y el bolchevismo, y complementa sus reflexiones sobre la Alemania nazi y la URSS con un análisis de los orígenes del totalitarismo. No en vano, muy pocos pensadores han abordado el horror político y la complejidad ética del siglo XX con la perspicacia y la integridad intelectual de Simone Weil. Sus palabras, marcadas por el compromiso con la justicia, los derechos y las obligaciones del ser humano, la convierten en una referencia ineludible en nuestro presente.
Más allá de su función comunicativa, el lenguaje ha sido, a lo largo de las épocas, una marca social: un colectivo se ha distinguido del resto, entre otras cosas, por su forma de hablar. Así, la lengua ha contribuido a la diferenciación de clases, la autoafirmación de las élites y la construcción de identidades nacionales.
Desde la temprana Edad Media hasta la Edad Moderna, Peter Burke muestra en este libro las funciones sociales y políticas que el lenguaje ha cumplido en distintos ámbitos culturales representativos. Quién habla, cuándo, cómo y a quién se dirige el hablante son, nos dice Burke, circunstancias en sí significativas que nos dan tanta o más información sobre el contexto histórico de quienes hablan como el contenido de los enunciados que estos pronuncian. Asimismo, el silencio tiene un valor comunicativo propio, cambiante según las épocas, la posición social y los intereses que se persiguen.
Desde la popularización o el rechazo del latín, en tanto medio del discurso del poder, hasta la publicación entre los siglos XVII y XIX de manuales que enseñaban «el arte de la conversación», Peter Burke nos propone, en este lúcido ensayo, una verdadera historia del habla y del silencio.
El Derecho y el revés recoge una activa correspondencia mantenida por los autores entre el verano de 1997 y el de 1998, hace, pues, veinticinco años cumplidos. En esa correspondencia pasaron revista al comportamiento de los abogados, jueces, profesores y funcionarios, a sus servidumbres y también a sus grandezas, cotidianas e institucionales. Al hilo de estas cartas van apareciendo las cuestiones esenciales de la función y de la práctica del Derecho: la ética del abogado frente a los intereses individuales de sus clientes, la vinculación del juez a la ley, la utilidad de la técnica jurídica, la discrecionalidad y la arbitrariedad, la justicia, la razón y la sinrazón de las profesiones jurídicas, la responsabilidad individual y social de los juristas.
¿Qué es el hombre? Durante siglos, se le ha pensado como una criatura divina o un ser natural, y su verdad estaba más allá de él: en el Dios que lo había creado o en la naturaleza de la que había surgido. Pero hacia fines del siglo XVIII, el hombre comenzó a buscar en sí mismo su propia verdad: en su cuerpo, en sus sentidos, en su mente, en las condiciones materiales de su existencia, en sus creaciones culturales. Así surgió y tomó forma la antropología en sentido moderno: la pregunta por el hombre de la que el propio hombre es la respuesta. La cuestión antropológica, curso que Michel Foucault dictó en la Universidad de Lile y en la École Normale Supérieure parisina, e inédito hasta ahora, es la historia de este acontecimiento.
Foucault despliega su exploración en una secuencia impecable y sorprendente, ya que pone el foco en autores o textos no siempre obvios. El primer momento nos muestra por qué la filosofía clásica europea (Descartes, Malebranche, Leibniz) permanece sorda a esta cuestión: en los siglos XVII y XVIII el hombre no existe como un ser autónomo o a raíz de saber acerca de su propia voluntad. En el segundo momento, a partir de Kant, el hombre se vuelve el punto de gravitación y fundamento de la filosofía -de Feuernbach a Dilthey, pasando por Hegel y Marx-, y así surge el conjunto de las ciencias humanas. En el tercer momento, el pensamiento dionisíaco de Nietzsche anuncia la muerte de Dios y, con ella, el derrumbe del hombre mismo.