En una cálida noche de primavera, una joven camina por la carretera. Está desnuda y cubierta de sangre. Horas más tarde, el hallazgo de su cuerpo sin vida revelará su identidad: Clara Salvemini, la primogénita de la familia más influyente de la zona. Se habla de suicidio, pero ¿qué ocurrió realmente? ¿Qué la vinculaba a los turbios negocios de su padre? Y la relación con sus hermanos, sobre todo con Michele, el hijo bastardo, ¿tendrá algo que ver con su muerte?
Entre mansiones de la rica periferia de Bari, baches en un rápido ascenso social, un elenco de personajes inolvidables y las tensiones de una familia al borde de la desgracia, Nicola Lagioia –ganador del prestigioso Premio Strega y autor de La ciudad de los vivos– desmenuza y define nuestra despiadada contemporaneidad y teje una trama que explora la ferocidad latente en cada individuo, atrapando al lector en un laberinto de secretos y mentiras.
Iola, Colorado, 1948. Victoria Nash es una joven de diecisiete años que ayuda a su familia a cultivar melocotones a orillas del río Gunnison. La vida parece sonreírle cuando conoce por casualidad a Wilson Moon, un joven vagabundo con un pasado misterioso, de piel morena y ojos negros y brillantes, si bien la chispa que se enciende entre ellos acabará desencadenando tanta pasión como desgracia. Y cuando la tragedia les golpea, Victoria decide abandonar la vida que lleva y huir a las montañas para protegerse a sí misma y el secreto que guarda en su interior. Con el paso de las estaciones, Victoria consigue hallar fuerzas para recuperarse y seguir adelante, gracias también a su amistad con mujeres tan fuertes y valientes como ella, aunque muy diferentes.
Inspirada en hechos reales, Como si fuera un río es una historia palpitante de resiliencia femenina frente a las dificultades, las prevenciones y las pérdidas, pero también sobre la capacidad del ser humano para encontrar coraje, camaradería y un hogar en las circunstancias más adversas.
Suena el teléfono temprano con la urgencia de las malas noticias, y el narrador escucha a su hermano anunciar que su padre está infartado de camino al hospital. El hombre, admirado y amado por su hijo, había ido perdiendo la cabeza a manos de la ingrata vejez, y ese olvido y esa mirada extraviada despiertan en el protagonista la necesidad de contar la historia de ese trabajador humilde. Historia que no se puede contar sin la del barrio que los vio crecer a Gilmer y a sus hermanos, y la de sus habitantes que lograron eludir la fatal cuadra y sus improbables devenires, tan cargados de realidad colombiana como ningún otro.
Aranjuez se convierte así en el escenario de vidas complejas a las que la mirada sensible de Mesa dota de dignidad y esplendor, en la medida en que nos comparte el dolor profundo del hijo que observa los desvaríos de su padre.