La publicación de esta obra, en 1985, convirtió a Enrique Vila-Matas en un autor de culto. La insólita historia de la sociedad secreta de los shandys, la más alegre, singular y chifl ada que jamás existió, y de la que formaron parte fi - guras como Duchamp, Walter Benjamin, Blaise Cendrars y Aleister Crowley, sin olvidar a Georgia O?Keefe y a Rita Malú, era un artefacto narrativo inusitado en las letras hispánicas. Su autor, que manejaba con igual descaro una documentación sólida y cosmopolita y la fantasía más excéntrica, levantó una cartografía erudita y descacharrante inspirada las vanguardias históricas de comienzos del siglo XX, toda vez que lanzaba un manifi esto a favor de la levedad, un auténtico programa estético y moral. A casi cuarenta años de su aparición, y en el vigésimo aniversario de Libros del Zorro Rojo, publicamos a modo de homenaje esta versión ilustrada por Julio César Pérez, Amarillo Indio, sin duda uno de los artistas más portátiles de su generación.
La historia de la brujería puede explicarse a través de la selección de un centenar de elementos y seres estrechamente vinculados con esa práctica milenaria: calderos, velas, árboles, cartas y animales que conforman una colección singular, como si de un museo o un cuarto de las maravillas se tratase. La historiadora Diane Purkiss acompaña esta serie de artefactos y símbolos de hechicería de una explicación detallada sobre el origen, el signifi cado y el empleo de cada elemento en la dimensión de lo oculto. Cada entrada, una por capítulo, ofrece además una ilustración del artista Ben Jones. El recorrido por este museo en formato de libro propicia la refl exión sobre el poder mágico de la cocina del mismo modo que elabora una historia de los amuletos e informa sobre otras tantas cuestiones. He aquí un ameno ensayo ilustrado sobre la sabiduría de esas mujeres a las que llamamos brujas y sobre un poder, el femenino, reprimido a lo largo de la historia, entre otros motivos, por asociarse a lo que no que siempre es visible o científi camente defensible o demostrable según la ciencia (o el dogma) de cada época.
Lo llamamos populismo y eso hace que suene bien, al menos para quienes no recuerdan el pasado. ¿Por qué no habría de prevalecer la voluntaddel pueblo sobre todo lo demás No cabe duda de que el resultado de una votación es la volonté générale, dijo Rousseau, creyendo haberresuelto de esta manera el problema de la no-libertad en un colectivo. Sin duda, el populismo es algo Bueno y General, ¿no Puede que así loparezca, hasta que de pronto se nos agolpan en la cabeza vagosrecuerdos de Huey Long, Juan Perón y Benito Mussolini. En sumaravilloso libro, Jeffrey Tucker llama al populismo de derechas porsu nombre, es decir, fascismo, o, en su versión alemana, nacionalsocialismo: nazismo. Por supuesto, el término fascismo está corrompido por el uso promiscuo que ha hecho de él la izquierda, y también losnihilistas Antifa que apedrearon e insultaron en Berkeley a la policía y a quienes se manifestaban pacíficamente tras la última delpresidente Trump. Tucker rescata la palabra fascismo para usarla en el contexto actual. Y es justamente el término que necesitamos, conurgencia.
El libro se divide en secciones que exploran la mentalidad izquierdista, su evolución histórica, sus efectos en las políticas exteriores de Estados Unidos y su impacto en el mundo moderno. Kuehnelt-Leddihn advierte sobre los peligros de la utopía igualitaria (incluyendo al izquierdista Hitler) y defiende la importancia de preservar la libertad individual frente a los sistemas políticos que buscan homogeneizar a la sociedad.
Por fin en papel y en castellano el famoso e inédito artículo que Karl Hess escribió para la revista Playboy en marzo de 1969 y que causó un gran impacto en los estatistas asiduos a la incónica revista erótica.
¡Pertenecéis a Odín!», clamó un grito de guerra en cientos de gargantas en la batalla de Fyrisvollene, en el sur de Suecia, a finales del siglo X. Un grito que refleja bien el espíritu de los vikingos, guerreros paganos que durante más de dos siglos conmocionaron a la Europa cristiana. Fieles de Odín, se consideraban parte de su comitiva, por lo que la muerte en el campo de batalla no era algo que hubieran de temer: el Valhalla esperaba. Y si bien hacia el final de la era vikinga los cansados dioses nórdicos fueron sustituidos por la palabra de Cristo, el furor en el combate y una ética que privilegiaba el honor de morir en batalla no marcharon con ellos. Kim Hjardar, autor de Vikingos en guerra, obra ya de referencia, repasa en su nuevo libro cómo la incesante búsqueda de gloria y botín que llevó a los vikingos desde Escandinavia hasta el Mediterráneo, y desde Irlanda hasta el mar Caspio, desató innumerables conflictos, que aquí destila en las más destacadas batallas de la era vikinga: los salvajes choques por tronos y reinos en Suecia o Noruega, los durísimos ataques contra ciudades francas como París o Nantes, las incursiones que hicieron tambalearse a los reinos anglosajones, el increíble asalto contra Constantinopla, Miklagard, «la ciudad luminosa», o la batalla de Tablada, cuando los hombres de norte mordieron el polvo en al-Ándalus…