Desde lejos te construyo poco a poco,
la tela suave de tu esencia me acaricia,
su algodón tierno cubre, venda , consuela
mi honda herida
por dejarte, por no tenerte, por ausentarme,
te siento y veo todos los días ¡tierrita mía!
todavía, hace poco, tan cercana,
como la inmensa madre que he tenido...
apartada, inaccessible, lejana
¡Llenitos mis días de la sed de tu presencia!
Tal y como nos lo cuentan estos versos así nos sentimos los que vivimos distantes de nuestro lugar de origen, a cada paso nos sorprenden huellas de lo que somos, del país de dónde venimos, de nuestra geografía, de las condiciones de vida social donde crecimos, pero además de nuestra historia individual, de las marcas imborrables que dejaron en nosotros la educación en el seno de la familia, impresas muy hondamente en nuestro ser, los valores que nos formaron, los principios que siguen siendo nuestro norte, que se estamparon con fuerza y empeño en nuestro yo íntimo.