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El BAILE DE LAS MUJERES SABIAS (BOL)

Cuando las mujeres que corren con los lobos alcanzan la madurez, empieza el baile de las mujeres sabias. Como si se tratara de una de esas historias contadas por las madres a sus hijas, Clarissa Pinkola Estés nos invita a reflexionar sobre los encantos del arquetipo misterioso e irresistible de la mujer sabia, representada simbólicamente por la figura de la abuela. Desde las matriarcas de los cuentos de hadas, pasando por las mujeres anónimas que la autora ha conocido durante su brillante trayectoria como psicoanalista, Pinkola Estés retrata magistralmente a esas almas maduras tan comunes en todas las tradiciones familiares, ofreciendo unas páginas llenas de luz, melodía y encanto .
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EL BARMAN DEL RITZ

Una ciudad mítica, París. Un lugar mítico, el Grand Hotel Ritz. Un barman mítico, Frank Meier, el barman del Ritz. Todos habían degustado sus célebres cócteles: Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Coco Chanel, Mistinguett, Sacha Guitry, Jean Cocteau, Arletty. Pero en julio de 1940, las tropas alemanas ocupan París y sus responsables deciden hospedarse en el Ritz, como lo harán los jerarcas nazis como Göring y Goebbels cuando visiten la capital francesa. El bar del Ritz se convierte entonces en uno de los centros del París ocupado donde confluyen los mandos de la Gestapo, las SS y la Wehrmacht, los colaboracionistas franceses, hombres de negocios sin escrúpulos, aduladores, artistas, espías, miembros de la Resistencia. Mientras, fuera reinan el hambre, los oportunistas, la violencia contra los judíos, el miedo. Frank Meier, conocedor de los gustos de cada uno, sigue preparando sus cócteles, atento a todo lo que se dice, imperturbable en apariencia.
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EL BARON RAMPANTE

Cuando tenía doce años, Cosimo Piovasco, barón de Rondò, en un acto de rebelión contra la rígida disciplina familiar, se encaramó a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, conoció a la hija de los marqueses de Ondarivia y le anunció su propósito de no bajar nunca de los árboles. Desde entonces y hasta el final de su vida, Cosimo permanece fiel a ese principio. Desde las postrimerías del siglo XVIII y hasta los albores del XIX, el barón participa tanto en la Revolución francesa como en las invasiones napoleónicas, pero sin abandonar nunca esa distancia necesaria que le permite estar dentro y fuera de las cosas al mismo tiempo.
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