Felipe II, el "Defensor de la Fe", es el soberano más poderoso del orbe. Largos años ha luchado contra judíos, musulmanes y protestantes, y sus súbditos han sufrido excesivos impuestos, pestes, intolerancia... Su reinado agoniza en tanto nace un mundo diferente: los castillos son sustituidos por las urbes, los campesinos por los villanos, los príncipes y reyes por los burgueses; falsos profetas dominan los caminos y hablan de un renacimiento. Felipe está cansado y enfermo; el arrepentimiento de sus excesos lo lleva a recluirse en el lugar que ha mandado construir para ser su última morada: El Escorial.
Vivimos en cambio constante,
con miedo a decir «te quiero»
por las consecuencias que podría traer.
Pero debemos arriesgarnos,
tenemos que perdernos para poder
encontrarnos, aprender del daño
y seguir soñando.
Quiere, quiere mucho. Pero nunca te
olvides de quererte a ti.
Cuando el periodista Gabriel Santoro publicó su primer libro, no pensó que la crítica más destructiva fuera a ser escrita por su propio padre. El tema de su libro parecía inofensivo: la vida de una mujer alemana que llegó a Colombia poco antes de la Segunda Guerra. Pero el padre de Santoro se sintió traicionado. ¿Por qué? En el libro hay algo que Santoro no había previsto. Entre las frases se esconde un secreto.
Ahora Santoro ha empezado a descubrir cuál es. Mientras se interna en el corazón de la vida de su padre, mientras revela los secretos del presente, otras cosas irán saliendo a la luz: las formas en que la guerra que ocurría al otro lado del mar invadió la vida de quienes estaban de este lado; los sucesos de la década de los cuarenta, que en Colombia «destruyeron familias, trastocaron vidas, arruinaron destinos», etc.
En los momentos cruciales de su infancia, la niña siempre tenía a mano una naranja: la agarraba, la pelaba y la comía como si esa pieza de fruta fuera a consolarla de todos sus males. Más tarde descubrió una fruta distinta, más sabrosa, que había que comer a escondidas, lejos de las habladurías de la gente y de la mirada inquisidora de su madre; era una fruta prohibida, pero valía la pena correr el riesgo y disfrutar de aquella delicia.
Adoptada por un matrimonio evangélico de una pequeña ciudad industrial inglesa, la niña creció a la sombra del fervor religioso de toda una comunidad. Los primeros años de su vida fueron un ir y venir entre feligreses seducidos por los sermones y las palabras de la Biblia, pero cuando tenía poco más de diez años la niña supo que ella era distinta y que las leyes de su cuerpo la llevarían a descubrir otra forma de amar.
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?», preguntó la señora Winterson a su hija Jeanette cuando ella, recién cumplidos los dieciséis años, le confesó haberse enamorado de otra chica. Curiosa pregunta, pero poco más podía esperarse de una mujer que había adoptado a una niña para hacer de ella una aliada en su misión religiosa, y en cambio se las tuvo que ver con un ser extraño que pedía a gritos su porción de felicidad.
Armada con dos juegos de dentadura postiza y una pistola escondida bajo los trapos de cocina, la señora Winterson hizo lo que pudo para disciplinar a Jeanette: en casa los libros estaban prohibidos, las amistades eran mal vistas, los besos y abrazos eran gestos extravagantes y cualquier falta se castigaba con noches enteras al raso, pero de nada sirvió. Esa chica pelirroja que parecía hija del mismísimo diablo se rebeló, para buscar el placer en la piel de otras mujeres y encontrar en la biblioteca del barrio novelas y poemas que la ayudaran a crecer.
Una mujer joven se muda a un país remoto para ser el ama de casa de su hermano, cuya esposa lo ha abandonado.
Tras su llegada, empiezan a producirse una serie de acontecimientos inexplicables: una histeria colectiva bovina, la muerte de una oveja con su cordero a punto de nacer, el embarazo psicológico de una perra, la extraña contención de las aves domésticas y una plaga que arrasa las plantaciones de patatas. La desconfianza de los lugareños recae en ella y se la acusa de algo que desconoce en un idioma que no entiende. La hostilidad crece, sus vecinos asedian su casa y el miedo la invade.