La mañana en que el policía Carlos Luna se dispone a dejar para siempre su antigua identidad para presentarse como Sofía Luna, con su flamante nuevo DNI y una peluca rubia, o quizá morena, un asesinato terrible sacude la Brigada de Homicidios: Jon, el hijo de un famoso escritor de novelas históricas, ha sido asesinado. Todas las personas relacionadas con la víctima ocultan algo.
Mientras avanza en la investigación, acompañada por su colega, y antigua amante, Laura, Sofía deberá lidiar con una sociedad que se resiste a los nuevos tiempos, y luchar por conservar su trabajo y el amor de su hijo adolescente.
Hace un año, Caroline Johnson eligió acabar con su vida de forma brutal: un suicidio planeado para ponerle fin a todo del mismo modo que lo hizo marido meses atrás. Su hija, Anna, ha luchado desde entonces para superar la pérdida, el vacío y el dolor de un desenlace que aún no ha podido comprender.
Ahora, con una hija pequeña a su cargo, Anna echa de menos a su madre más que nunca, y las dudas sobre su muerte y la de su padre no hacen sino crecer con el paso los días. Sin embargo, ¿es posible que indagando en el pasado esté poniendo en peligro su futuro? ¿Es posible que sus padres no se suicidaran? ¿Es posible que, después de todo, sea mejor vivir en la mentira?
Dos meses después de la muerte de Jonas, Lena, fotógrafa profesional, reúne el valor necesario para cumplir la última voluntad de su marido: esparcir sus cenizas en los campos de lavanda del corazón de la Alcarria. Allí se reúne con el grupo de amigos de Jonas, entre ellos Daniel, su primo hermano, un sacerdote con el que comparte los sentimientos de amor y pérdida, y que guarda para sí muchos silencios.
Sin embargo, igual que se heredan los afectos, se heredan también los odios. Lena deberá lidiar con la presencia amenazante de su cuñado Marco, un hombre envidioso y mezquino que no está dispuesto a respetar su duelo. Coincidiendo con el Festival de la Lavanda, recordará su historia de amor con Jonas y todo lo que se llevó consigo, reforzará lazos de amistad y desvelará secretos familiares escondidos durante demasiado tiempo.
Inmaculada Pelegrín López (1969, Lorca, Murcia). Pasa varias horas al día mirando a través de un microscopio, tal vez por esto sus versos estén llenos de cosas mínimas. Todas las mañanas se sorprende cuando, al salir de casa, alguno de los perros que viven allí, se le acerca moviendo la cola, quizás sea el motivo por el que sus palabras se refieran al asombro de lo cotidiano. Le gusta contemplar el cielo y hacerse preguntas. El cielo nunca se repite, las preguntas tampoco. Se podría pensar que a través de la poesía busque permanecer alerta ante el milagro, porque si pasase desapercibido sería como si no hubiese existido. En su vida hace muchos números, seguramente habrá llegado a la conclusión de que somos estadísticamente imposibles y sin embargo somos. Es probable que escriba para advertirnos de tal contingencia.