Deka, una joven de dieciséis años, está a punto de enfrentarse a la ceremonia de sangre que determinará si es apta para formar parte de su aldea. Ella, que ya se siente distinta a los demás debido a su intuición antinatural, reza por que su sangre sea roja y pueda permanecer en su comunidad.
Pero el día de la ceremonia, su sangre brota dorada, el color de la impureza, y Deka sabe que el destino que le espera es peor que la muerte.
Entonces, una mujer misteriosa se le acerca y le plantea una elección: puede quedarse en la aldea y someterse a su destino, o unirse a las Alaki, un ejército de chicas casi inmortales que lucha para defender el imperio de su mayor enemigo.
Conociendo los peligros que se avecinan y anhelando la aceptación, Deka decide abandonar la única vida que ha conocido. Pero mientras viaja a la capital para prepararse para la batalla más importante de su vida, descubrirá que la gran ciudad amurallada esconde muchas sorpresas. Nada ni nadie es lo que parece, ni siquiera ella misma.
Rechazadas por su sangre.
Guerreras por decisión propia.
¡Prepárate para la batalla!
Anécdotas y reflexiones fascinantes de una cantante wagneriana argentina de sangre irlandesa y alma germana que fue amada y aplaudida en Europa. Un aporte a la historia cultural de la segunda mitad del siglo XX y una celebración del arte como salvación.
Margarita Kenny (Venado Tuerto, Argentina, 1915-2008) fue una cantante de ópera que debutó en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1943. Al tiempo que se producía el ascenso del coronel Perón al poder, partió a Filadelfia a perfeccionarse y de allí saltó a una Europa de posguerra que, conforme ella demostraba su talento, le abrió paso a los escenarios más prestigiosos de la lírica internacional, especialmente, el de la Ópera de Viena, que la aplaudió por veinte años. Mezzosoprano en los inicios de su carrera, soprano dramática en su consagración, el repertorio wagneriano fue su marca: decía de sí que su sangre era irlandesa, su corazón argentino y su alma germana. Mimada de la nobleza europea en general y de la familia Wittgenstein (era íntima de Paul) en particular, antes de dejar la Argentina había trabajado como periodista en El Hogar y columnista en radio El Mundo.
Cuando Raymond Mathis recibe la llamada de un camello amenazando la vida de su hijo drogadicto, decide que ha llegado el momento de tomar decisiones drásticas y ayudarlo por última vez.
El desafortunado Denny Rattler se ha convertido en un discreto ladrón de poca monta con el único objetivo de no llamar la atención y poder pagarse la próxima dosis.
Por su lado, el agente Ron Holland, obsesionado con su trabajo, está dispuesto a seguir la pista más debil para reducir el narcotráfico en la zona de Carolina del Norte.
En una región hermosa pero degradada, arrasada por los constantes incendios, los destinos de estos tres hombres se verán indisolublemente unidos a causa de la droga.
Mientras las bombas alemanas caen sobre Londres, la policía descubre que, además de los nazis, un nuevo terror se adueña de las calles de la capital. Hay un asesino en serie que está replicando con minuciosidad los violentos asesinatos que Jack el Destripador cometió en 1888. Ante la atrocidad de los crímenes y la falta de efectivos a casusa de la guerra, en Scotland Yard se ven obligados a recurrir al detective más famoso del mundo: Sherlock Holmes. Solo el, con la ayuda de su inestimable Watson, es capaz de evitar que el imitador del Destripador consiga completar su sangrienta serie.
En 1970, Jim Harrison tiene la edad con la que murió Cristo y lleva encima la cruz del alcoholismo y la depresión. Primero perdió un ojo y luego a su hermana del alma y a su padre, arrollados por un conductor borracho. Está cansado de ganarse el pan dando clases de Literatura a chavales pijos de la Costa Este, de modo que lee a Lorca y a Rimbaud como si la vida se le fuera en cada verso y sale a pescar a lugares remotos como si así pudiera alejarse de sí mismo. Hasta que un día tiene un accidente en la montaña: cae por un acantilado y se destroza la columna vertebral. Deberá guardar cama durante meses y no está claro que vuelva a caminar. Podría ser el final.
O el principio. Harrison pasó los dos meses siguientes postrado y escribiendo día y noche en la vieja Remington de su padre. El resultado fue «Lobo», una novela arrolladora, furiosa y bellísima, por momentos brutal, y lúcida en cada línea. En palabras del propio Harrison, «Lobo» (subtitulada «Unas memorias falsas») «es la historia de un hombre joven que ha hecho demasiadas imbecilidades en su vida y se retira a los bosques para encontrarse a sí mismo y, sobre todo, para encontrar un lobo». En ella descubrimos los grandes temas del mejor Harrison: la celebración de la naturaleza y la crítica a la degradación del mundo salvaje bajo el imperio del capital, los personajes heridos de muerte por la soledad, eternos vagabundos y marginales, desencantados con el progreso de una civilización ciega y enfebrecida, que buscan en el whisky, la marihuana y el sexo al menos un instante de sosiego. Pero lejos de idealizar esa naturaleza en la que parece refugiarse, Harrison hace brotar de sus profundidades toda la violencia y el miedo que alberga su alma. Un lobo siempre será un lobo.