El hombre que amaba a 1os perros: Iván, aspirante a escritor y ahora responsable de un paupérrimo gabinete de veterinaria de La Habana, recuerda sus encuentros con un solitario personaje que solía pasear por la playa en compañía de dos galgos. Gracias a las confidencias de ese hombre, Iván puede reconstruir las trayectorias vitales de León Trotski y de su célebre asesino, Ramón Mercader, y de cómo se convirtieron en víctima y verdugo de uno de los crímenes más reveladores de la historia.
Leonardo Padura (La Habana, 1955) ha publicado ensayos, cuentos y novelas. Es conocido sobre todo por la serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Mario Conde, merecedoras de premios como el Café Gijón 1995, el Premio de las Islas 2000 y el Premio Hammett 2005. Finalista del Premio Libro del Año 2009 de los libreros madrileños, y traducida a varias lenguas, El hombre que amaba a los perros es una apasionante novela sobre dos personajes muy singulares y, al mismo tiempo, una inquietante indagación histórica en las razones por las que se pervirtió la gran utopía del siglo xx.
Hace más de 4.000 años, los babilonios descubrieron ya las leyes universales de la prosperidad. No obstante, la mayoría de las personas viven sin conocer las claves de la riqueza y, por lo tanto, de la posibilidad de cumplir todos sus sueños y anhelos.
Hace casi un siglo, George S. Clason recogió esas lecciones y las vertió en forma de fábulas, cada una de las cuales arroja luz sobre cómo debemos superar aquello que nos impide conseguir nuestras metas. Desde entonces, las parábolas protagonizadas por el escriba Arkad han sido la inspiración para un sinfín de lectores y empresarios.
Las repetidas carnicerías perpetradas sobre los rebaños de ovejas del Mercantour ponen a los pastores en prevención contra los lobos del cercano parque natural. La muerte de una pastora levantará sospechas entre los aldeanos sobre la presencia de un hombre lobo en la zona.
El comisario Adamsberg, Lawrence y Camille, su compañera, inician la investigación. Hay quien cree que todo es obra de un «hombre del revés» que vive escondido en la montaña y oculta su verdadera naturaleza tras una apariencia humana...
Esta misteriosa frase viene acompañando durante cuatro meses los círculos azules que aparecen trazados con tiza en las aceras de la ciudad. En el centro de los círculos se halla un desecho, un residuo, un objeto perdido: un trombón, una bombilla, una pinza de depilar, un yogur, una pata de paloma...
El fenómeno resulta muy divertido para los parisinos y procura material a periodistas y a psiquiatras que elaboran diferentes teorías. Sin embargo, al comisario Adamsberg no le hace ninguna gracia. Los círculos y su extraño contenido rezuman crueldad. Él lo presiente: pronto ese hecho anodino y estrafalario se convertirá en una tragedia.
En el año 1517, Martín Lutero da a conocer sus tesis contra las indulgencias en una carta al arzobispo Alberto de Maguncia, acontecimiento considerado inicio de la llamada Reforma protestante, que provocará un nuevo cisma en la Iglesia Romana de Occidente. Ese mismo año nace en Valladolid Cipriano Salcedo. En un momento de agitación política y religiosa, esta mera coincidencia de fechas marcará fatalmente su destino. Convertido en próspero comerciante se pondrá en contacto con las corrientes protestantes que, de manera clandestina, empezaban a introducirse en la Península, no sin la oposición del Santo Oficio.
A través de las peripecias vitales y espirituales de Cipriano Salcedo, Delibes dibuja con mano maestra un vivísimo retrato del Valladolid de la época de Carlos V, de sus gentes, sus costumbres y sus paisajes. Pero El hereje es ante todo una indagación sobre las relaciones humanas en todos sus aspectos; la historia de unos hombres y mujeres de carne y hueso en lucha consigo mismos y con el mundo que les ha tocado vivir.
Veinticinco años después de su publicación, El hereje sigue siendo una novela inolvidable sobre las pasiones y los resortes que las mueven, un canto apasionado por la tolerancia y la libertad de conciencia.
Ainhoa Elizasu fue la segunda víctima del basajaun, aunque entonces la prensa todavía no lo llamaba así. Fue un poco más tarde cuando trascendió que alrededor de los cadáveres aparecían pelos de animal, restos de piel y rastros dudosamente humanos, unidos a una especie de fúnebre ceremonia de purificación. Una fuerza maligna, telúrica y ancestral parecía haber marcado los cuerpos de aquellas casi niñas con la ropa rasgada, el vello púbico rasurado y las manos dispuestas en actitud virginal.»
En los márgenes del río Baztán, en el valle de Navarra, aparece el cuerpo desnudo de una adolescente en unas circunstancias que lo ponen en relación con un asesinato ocurrido en los alrededores un mes atrás.