La llama vuelve a encenderse y esta vez quemará a más de uno.
Rachel James tuvo que dejar su vida para salvar a los que ama, renunciando a todo lo que le importaba: sus colegas, su carrera y su familia.
Ahora, tras dos largos años, el destino toca a su puerta para que se enfrente a lo que le depara: al coronel Morgan, el hombre que la hizo pecar, y al líder de la mafia italiana, Antoni Mascherano.
Un importante cargo está en juego y la teniente debe prepararse para un nuevo duelo.
El caos empieza a despertarse: la tercera carta cae sobre la mesa, nuevos peligros salen a la luz, así como pasiones que se creían sepultadas, conflictos, complots y jugarretas que pueden poner en vilo a la mafia y a la milicia.
La saga Pecados Placenteros continúa en esta candente nueva entrega, donde la Lascivia da paso a una latente Lujuria, que demuestra que el tiempo no lo cura todo y que los amores nocivos son tan perjudiciales como intensos.
LUJURIA.
AMORES QUE ABRASAN.
Tras soñar durante meses con el mismo chico y no dar con él en la vida real, Violeta lo ve en el aeropuerto. Sin embargo, en este encuentro fugaz entre ambos, sólo puede memorizar la ciudad de destino del chico: Chicago. Ahora, Violeta ya sabe a dónde dirigirse, así que no lo duda ni un momento y se adentra en la que será su mayor aventura.
Para encontrar al amor de su vida, cruzará ciudades desconocidas, hasta sumergirse en la niebla de los mejores clubs de blues y jazz de Chicago, orientada por su intuición y por las pistas que le irá dando su madre a través de las cartas del tarot. Violeta vivirá situaciones sobrenaturales en una ciudad nocturna y llena de música, sabiéndose enamorada de alguien a quien nunca ha tocado.
Después de Los enamoramientos, lee los cuentos completos de Javier Marías, los que él considera «aceptados y aceptables», reunidos por primera vez. Una excelente puerta de entrada a su universo literario.
Uno de los mejores libros de 2012 según La Vanguardia.
«Dado lo poco que he frecuentado el noble arte del cuento en los últimos tiempos, es posible que ya no escriba más y que lo que aquí se ofrece acabe siendo la totalidad aceptada y aceptable de mi contribución al género.»