En la Convención Nacional Demócrata de julio de 2004, Barack Obama alzó la voz con un discurso dirigido a todos los ciudadanos americanos, sin importar sus ideologías ni inclinaciones políticas. Una frase en particular de esa charla caló hondo en la audiencia: un recuerdo de que, pese a las adversidades y enfrentamientos sufridos en el pasado, algo nos ha empujado siempre a seguir hacia adelante, a no desfallecer. A esto Obama lo llamó «la audacia de la esperanza».
El presente libro es la llamada de Barack Obama para una nueva forma de hacer política. Una política para quienes les hastían los choques de trenes que presenciamos cada día entre opositores. Una política basada en su lugar en la fe, la inclusión y la nobleza de espíritu. Así, explora las fuerzas -desde el miedo a la derrota a la perpetua necesidad de ganar dinero- capaces de corromper a la persona mejor intencionada y los secretos de un equilibrio entre la vida pública y la personal.
Un aviso para navegantes frente a los desafíos de un nuevo mundo definido por los cambios tecnológicos.
Tras la publicación de 1984, el clásico de las distopías de George Orwell que se planteaba como una crítica de los totalitarismos ya existentes trasladados a un lúgubre futuro, Mundo Orwell recupera parte del espíritu de la obra y se propone servir de aviso a navegantes de la red y de la vida cotidiana frente a los desafíos de un nuevo mundo. Un mundo definido por la aceleración de los cambios tecnológicos que se nos imponen en todos los ámbitos de la vida a una velocidad desenfrenada, determinando hasta nuestra manera de pensar. Un mundo que implica además peligros sustanciales para los valores, identidades y concepciones que nos han acompañado, al menos, desde la Ilustración.
A primera vista, el aumento del uso de armas no letales por parte de la policía garantizaría menos muertos y heridos graves en las protestas civiles. El tono eufemístico del concepto apunta en esa dirección. Sin embargo, ocurre justo al contrario. ¿Por qué? La utilización de balas de goma, gases lacrimógenos, granadas aturdidoras o pistolas eléctricas se ha multiplicado desde que empezaron a implantarse hace ya cuatro décadas. A medida que la democracia liberal pierde capacidad de regular las relaciones sociales, las garantías del Estado de derecho se entremezclan con lo que ha venido en llamarse Estado de excepción permanente. Ello implica que se crean nuevas infracciones, se amplía la definición de las ya existentes, se añaden circunstancias agravantes que agravan la calificación penal y aumentan las penas, aumentan los poderes policiales, y se reducen las libertades. Cadena perpetua en los tribunales, años de aislamiento en las cárceles, y mano dura en las calles. Hasta hace no tanto, la utilización de este tipo de armamento estaba acotada a contextos concretos. Ahora se emplea preventivamente contra un gran abanico de movilizaciones. Las mutilaciones, secuelas permanentes o perdida de vidas humanas quedan generalmente impunes.
En Orientalismo, Edward W. Said nos ofrece una descripción esclarecedora de la formación y desarrollos de los tópicos sobre el islam y sobre los musulmanes, que muchas veces impiden o sesgan nuestra visión. Se nos muestra cómo estos «clichés ideológicos» obedecen a los intereses y estrategias del poder dominante y señala la dificultad para el mundo occidental de pensar sobre Oriente si antes no se logra romper esos prejuicios que distorcionan nuestra lectura. Asimismo, nos muestra cómo la relación entre Oriente y Occidente es una relación de poder, construida sobre la subordinación de la idea de Oriente al fuerte imaginario occidental asentado en la superioridad centralista de un «nosotros» enfrentado a un «ellos», lo no europeo, vivido como «lo extraño».
La tecnocracia o gobierno de los técnicos es un fenómeno característico del último siglo de nuestra historia. Sin embargo, el desempeño de una ténica determinada en la función pública es un rasgo del hombre político que siempre se ha manifestado a lo largo del tiempo. Fue a raíz de la crisis financiera de 1929 cuando surgieron nuevos teóricos que postularían una creciente profesionalización en las tareas gubernamentales, gestionadas por expertos. El intento por equiparar la actuación de aquellos gabinetes con los criterios de industriales e ingenieros, sentó un precedente para dotar a la Administración de un sentido empresarial en su funcionamiento. El desarrollo y la aplicación de estas ideas en el mundo hispánico, coincidiendo con el período de entreguerras y la posterior bipolarización internacional, originaron modelos propios. La pretensión de conciliar los presupuestos de la hispanidad tradicional en la concepción de la sociedad y del Estado con la modernización económica, fue uno de los objetivos que se desgranan en estas páginas a partir de varios casos particulares. La retrospectiva en otras épocas como fuente de inspiración acabaría por articular distintos sistemas tecnocráticos, adaptados a cada espacio y circunstancia, pero con un fundamento ideológico compartido, como bien analiza esta obra.