El proceso de degradación institucional y legislativa emprendido por el gobierno de coalición PSOE-Podemos con la ayuda de sus socios parlamentarios, los nacionalistas catalanes y vascos, ha situado a la democracia española en uno de sus momentos más críticos desde su alumbramiento en el año 1978.
El Partido Socialista, uno de los protagonistas de la Transición y del advenimiento de la Constitución del 78, ha asumido tanto los métodos de la izquierda radical como la dialéctica y los objetivos del secesionismo, lo que se ha traducido en una suerte de peronización de España caracterizada por el cuestionamiento sistemático de la legitimidad de los contrapoderes –especialmente del poder judicial– y por la colonización de las instituciones, cuya necesaria neutralidad ha quedado relegada a favor del activismo y de la militancia.
En este ensayo, la abogada y columnista Guadalupe Sánchez desgrana cómo, con la pandemia como ventana de oportunidad, se han transformado las instituciones democráticas en agencias gubernamentales, se ha instrumentalizado la identidad sentimental para monopolizar el debate público y se ha instalado en la sociedad española la idea populista y totalitaria de que el voto legitima a la mayoría para situarse por encima de la ley y despreciar la separación de poderes.
En 1851, Arthur Schopenhauer formuló una metáfora para describir la dificultad de articular la relación entre cercanía y distancia en las relaciones. En un frío día de invierno, unos cuantos puercoespines se acercan unos a otros para mantenerse calientes y no morir congelados. Sin embargo, pronto sienten el dolor de las espinas del otro y se ven obligados a separarse. Cuando la necesidad de calentarse vuelve a juntarlos, se produce de nuevo el primer problema, y así sucesivamente. Partiendo de esta metáfora, Davide Sisto explica lo que ocurre hoy cuando, con la expansión de los espacios virtuales (Facebook, Instagram, WhatsApp, etc.) y con las consecuencias de la pandemia de covid-19, la cercanía y la distancia ya no se formulan solo en términos de presencia física, sino también como proximidad digital y virtual. Lo que tiene lugar es una verdadera metamorfosis antropológica, que nos obliga a replantearnos algunas categorías fundamentales de nuestro imaginario: el vínculo entre cuerpo e imagen, real y virtual, presencia y ausencia, entre el yo y sus múltiples identidades virtuales. Desde un punto de vista emocional y psicológico, explica Sisto, los cuerpos digitales influyen directamente en nuestra forma de estar en el mundo. Y nos revelan que, por muy inmersos que estemos en la nueva civilización digital, no dejamos de necesitar la cercanía de los demás. Ser erizos digitales, zarandeados de un lado a otro entre la necesidad de soledad y la necesidad de contacto.
Arte y democracia nace como resultado de la decisión de los artistas, que enero de 2022 formaban parte del Consejo de Administración de VEGAP, de convocar un encuentro público para tratar el papel que hoy en día juega el hecho artístico en las sociedades abiertas. La base de este encuentro era tratar dos ideas fundamentales: por una parte, la defensa de la actividad artística en las sociedades democráticas; y, por otra, la defensa de los derechos de autor de los creadores visuales ante las rápidas y agresivas transformaciones socio-económicas de la actual sociedad digitalizada y globalizada. El Derecho de autor, producto de la Revolución francesa y de la Ilustración, está inserto en el corazón mismo de la DEMOCRACIA moderna y bajo las amenazas de las transformaciones de la actual sociedad tecnológica. La responsabilidad pública sobre el Patrimonio afecta también al reconocimiento de los artistas como generadores de PATRIMONIO CONTEMPORÁNEO. Una sociedad democrática es una creación social de aportaciones libres que encuentra en los autores su expresión más activa. El ARTE es un hecho social, tiene una dimensión colectiva que materializa los emblemas de las metamorfosis y cambios de la época.
«En nuestro continente dos países eslavos vecinos luchan entre sí; uno por restablecer una identidad idealizada y el otro por forjar su identidad del futuro.» Así define Pilar Bonet, una de las mayores expertas de las últimas décadas en los territorios soviéticos y postsoviéticos, por su larga experiencia como corresponsal y analista, la guerra provocada por la invasión rusa de Ucrania.
Sin constituir un manual de historia ni un ensayo sobre geopolítica, estas páginas arrojan luz sobre las raíces del conflicto. A partir de sus apuntes sobre el terreno, sus diarios y sus reflexiones, conversaciones y entrevistas, la autora construye un relato caleidoscópico cuyos protagonistas no son siempre personalidades de primera fila, sino también gentes anónimas que mucho tienen que decir sobre lo que está ocurriendo. Gentes que, con opiniones a menudo enfrentadas, son todas ellas «náufragos del imperio».
En definitiva, un libro que, además de fascinante, resulta imprescindible para entender una época de la historia europea, escrito por Pilar Bonet quien fue corresponsal en Moscú durante 34 años.
Recientemente galardonada con el premio Francisco Cerecedo de periodismo, el jurado destacó de Bonet “el rigor de sus informaciones, su capacidad de cubrir un territorio inmenso lleno de complejidades y su voluntad de comprender lo que les sucedía a sus habitantes cuando padecían distintos cataclismos”. “Su trabajo ha sido una gran ayuda para entender la guerra desencadenada por Vladímir Putin en Ucrania”.
El título de esta compilación de ensayos del liberal peruano Héctor Ñaupari es representativo de su contenido: un amor por la libertad que brilla a través de textos de carácter. El liberalismo no borra los perfiles de la persona, nos dice Ñaupari en estas páginas. Al contrario, se aferra al carácter único de cada uno de nosotros para reconocer una dignidad genuina, y que es común a todos. Ser diferentes es, por tanto, lo que nos hace iguales en dignidad, y lo que sostiene esta concepción rica, humana, del liberalismo, que tan bellamente recoge el escritor.
A lo largo de la historia, el pasado ha sido utilizado —y (re)escrito— como arma política para justificar toda una serie de discursos ideológicos que manipulan y resignifican nuestros espacios: hablamos de las evidencias físicas, desde los monumentos conmemorativos hasta los vestigios que podemos rastrear en las ciudades a través de su arquitectura y urbanismo. Estos demuestran la existencia no solo de acontecimientos del pasado, sino de formas de pensar, valores que han desaparecido o movimientos sociales que dejaron su huella en el espacio público y que se filtran gota a gota en el presente.
Cuando nuestras ciudades se remodelan en base a fantasías sobre lo que ocurrió, cuando los monumentos mienten sobre quién merece nuestro reconocimiento, o cuando directamente se destruyen, el registro histórico está siendo adulterado. Del mismo modo, cuando se nos dice que ciertos estilos arquitectónicos son ajenos a nuestras ciudades, cuando las decisiones que se toman sobre nuestro entorno no tienen ningún tipo de fundamento histórico, o cuando se privatiza el espacio público, estamos siendo manipulados. ¿Qué nos queda si ya no podemos confiar en el mundo tangible que nos rodea para decirnos la verdad?