A finales de los noventa, en dos pequeños pueblos de la Bassa Modenese, una zona situada en el centro norte de Italia, los servicios sociales separaron a dieciséis niños de sus familias y los enviaron a otros lugares del país. Los padres eran sospechosos de pertenecer a una secta de pedófilos satánicos que realizaban rituales nocturnos en el cementerio bajo supervisión de un cura católico muy querido por los vecinos. Son los mismos niños los que relataron a los psicólogos y asistentes sociales estas escenas horribles y atroces. La red de monstruos que describieron implicaba a madres, padres, hermanos, tíos y conocidos, pero lo cierto es no hay ni un testimonio de una persona adulta. Nadie ha visto ni oído nada. ¿Es posible que en este rincón del mundo se haya impuesto una ley del silencio tan profunda y eficaz?
La realidad de los hechos emergerá bajo una luz nueva, más escalofriante que la anterior. Sin embargo, para muchos será demasiado tarde, aunque alguno de ellos tendrá una nueva oportunidad.
El mal no es algo novedoso; ha vivido entre nosotros desde tiempos inmemoriales. Pero hay algo nuevo en el tipo de maldad que caracteriza nuestro mundo contemporáneo líquido-moderno: se ha vuelto más penetrante, menos visible, pues se oculta en el tejido mismo de la convivencia humana, en el curso de su rutina y reproducción cotidiana. En su forma actual, el mal es difícil de detectar, desenmascarar y resistir. Nos seduce por su ordinariedad, para luego asaltarnos sin avisar, golpeando aparentemente al azar. El resultado es un mundo social comparable a un campo minado: sabemos que está lleno de explosivos y que las explosiones ocurrirán tarde o temprano, pero no tenemos ni idea ni dónde ni cuándo ocurrirán.
En Maldad líquida, Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis guían al lector a través de este nuevo terreno en el que el mal se ha vuelto más cotidiano, pero más insidioso, y que amenaza con despojar a la humanidad de sus sueños, sus proyectos y del poder de disentir en el momento en que más se necesitan.
Generación líquida es la última obra de Zygmunt Bauman, un icono cultural que ha gozado de una inmensa popularidad gracias a su capacidad para hablar a todo el mundo con un lenguaje comprensible y conciso.
En esta obra, Bauman entabla un diálogo con un joven exactamente sesenta años más joven que él: Thomas Leoncini. Su discusión se centra en el mundo de las generaciones nacidas después de los primeros años de la década de 1980, aquellos que en una sociedad líquida y en continuo cambio forman parte de ella en calidad de nativos y que captan su realidad en su dimensión más profunda y real, incluso la de los fenómenos considerados más efímeros.
En esta breve y fulgurante obra pop, ambos autores analizan la transformación del cuerpo, los tatuajes, la cirugía estética, los hípsters, la dinámica de la agresión (y en particular el fenómeno del acoso escolar), internet y las transformaciones sexuales y amorosas de la sociedad.
Cuando la mayoría de la gente piensa en las direcciones de las calles, si es que lo hace alguna vez, piensa en su capacidad para garantizar que el cartero pueda entregar el correo o que un viajero no se pierda. Pero las direcciones no se inventaron para ayudar a encontrar el camino, sino para encontrarte a ti. En muchas partes del mundo, tu dirección puede revelar tu raza y tu clase. En este extraordinario estudio, Deirdre Mask examina las calles que llevan el nombre de Martin Luther King, los medios de orientación de los antiguos romanos o cómo los nazis aún rondan por las calles de la Alemania moderna. La otra cara de la moneda de tener una dirección es no tener ninguna; así, también conoceremos lo que eso significa para millones de personas hoy en día, como aquellas que viven en los barrios bajos de Calcuta o en las calles de Londres. Repleto de personas e historias fascinantes, El callejero ilumina las complejas historias que se esconden detrás de los nombres de las calles, así como su poder para revelar u ocultar, decidir quién cuenta, quién no y por qué.
Imagina un mundo en el que una vasta red de incels y otros misóginos son capaces de operar prácticamente sin ser detectados. Estos extremistas cometen actos terroristas deliberados contra las mujeres. Los adolescentes vulnerables son entrenados y radicalizados. No tienes que imaginar ese mundo, ya vives en él. Quizá no lo sepas porque no nos gusta hablar de ello, pero ya es hora de que empecemos. En este libro urgente e innovador, Laura Bates, autora de varios best sellers y fundadora del Proyecto Sexismo Cotidiano, se adentra en la clandestinidad para sacar a la luz vastas redes y comunidades misóginas. Una inmersión profunda en el extremismo mundial. Sus entrevistas con miembros de estos grupos y con las personas que luchan contra ellos ofrecen una visión única del funcionamiento de este movimiento. Las ideas se difunden desde los rincones más oscuros de Internet —a través de trolls, medios de comunicación y celebridades— hasta las escuelas, los lugares de trabajo y los pasillos del poder, pasando a formar parte de nuestra conciencia colectiva. Sin censura, y a veces tan chocante como aterradora, esta es la incómoda verdad sobre el mundo en que vivimos. Y sobre lo que debemos hacer para cambiarlo.
¿Qué es la cultura?, preguntó el ingenuo. Un jardín sin letrinas, respondió el ingenioso.
Gracias a esta visión beatífica de la cultura, hemos construido un mundo capitalista que exuda transparencia, empoderamiento, autenticidad y humanitarismo. Los lenguajes que utilizamos para hablar de nosotros mismos nos convierten en una suerte de ángeles de la democracia. Y ello sin que, al tiempo que nos concebimos culturalmente en un espejo tan favorecedor como el de la igualdad y la diversidad, dejemos de actuar como criaturas interesadas que trabajan, consumen y, en definitiva, practican los rituales del turbocapitalismo.
Esta tensión entre nuestras dos almas apenas es hoy un eco apagado que no levanta ninguna sospecha. Es como si cultura y capitalismo, enemigos históricos durante mucho tiempo, se hubiesen fusionado en el nirvana del culto al yo, se decline este en la mediocridad de los intereses o en la sublimidad de los sentimientos.
Frente a esta antropología un tanto pazguata, cabría insistir, con Bernard Mandeville, el deslumbrante autor de La fábula de las abejas, en que no podemos ser inocentes en sociedades prósperas. Es decir, que el idealismo moral, incluso el propio de democracias subyugadas por la religión de la cultura, el activismo sentimental y la prédica del empoderamiento, no halla cabida en unas rutinas y actividades sociales pautadas por los vicios privados que engrasa el capitalismo.
Las imágenes generadas por el poder utilizan determinados motivos visuales bajo los cuales se oculta una suma de protocolos interesados que les proporciona su auténtico sentido. Ante esta constatación, los cuarenta capítulos y las dos adendas que conforman El poder en escena responden a la necesidad de ejercer de rastreadores de estos iconos de la esfera pública para descifrar así la naturaleza de estas imágenes que parecen rutinarias y espontáneas, y ante las cuales no solemos interrogarnos. Solo con hacerlo y detenernos en cada motivo para nombrarlo, ya se da un paso decisivo para reconocer su sesgo ideológico. Esos motivos visuales se generan desde el campo de la política, quizá los más notorios por su voluntad propagandística; desde la economía, siempre basados en la ocultación de su poder real; del poder judicial, otro ámbito donde la opacidad es norma; de los cuerpos policiales, que construyen motivos de aparente objetividad; o de algunos rituales sociales que se repiten de manera insistente y enigmática. El hecho de ahondar en los orígenes iconográficos de cada motivo –en el cine, la pintura, la fotografía o la arquitectura y sus posteriores ramificaciones– nos permite cuestionar las formas visuales que los distintos ámbitos de poder utilizan para autorrepresentarse. Y al mismo tiempo sirve para preguntarnos por la génesis y evolución de estas formas, dar testimonio de su falsa transparencia y devolver así una mirada crítica e irónica ante el poder que las genera.
¿Por qué se va la gente de las ciudades? Porque la echan. Una multitud de factores, desde el precio de la vivienda hasta los efectos del turismo, empujan a las personas a abandonar los espacios urbanos concentrados. Poco a poco, las ciudades se vacían y envejecen. Lo extraño es que no lo notamos, porque el flujo constante de personas nos hace sentir que todo está lleno, en especial los centros históricos, reconvertidos en parques temáticos.
El rentismo ha sustituido a la producción. La ciudad se ha convertido en un tablero de Monopoly que expulsa a los que no pueden pagar. ¿Por qué apostar por los habitantes de clase media cuando la especulación, el turismo o el consumo desaforado en domingo resultan más provechosos? Las ciudades ya no anhelan construir el futuro; buscan rentabilidad.
El experto en innovación tecnológica Enrique Dans escribió en 2010 un ensayo titulado Todo va a cambiar. En él analizaba las transformaciones que había supuesto la irrupción de internet en los modelos de negocio de varias industrias y cómo afectaba a la sociedad y a la vida de las personas. Más de diez años después, la vertiginosa evolución de la tecnología ha llevado a Dans a escribir un nuevo libro, porque Todo vuelve a cambiar.
En nuestros días asistimos a una nueva revolución tecnológica que afectará prácticamente a todas las actividades e industrias. Esta nueva disrupción es la Web3, la próxima generación de internet que promete transformar por completo la manera en que interactuamos y hacemos negocios en ella.
Dans traza un recorrido desde los inicios de internet y su evolución hacia la web social y participativa o Web 2.0, hasta llegar al momento actual, en el que la tecnología de la cadena de bloques o blockchain está impulsando un cambio importantísimo en las transacciones digitales y el almacenamiento de información hacia mayores cotas de seguridad, descentralización, interoperabilidad y privacidad.