Uno de los libros más famosos de la segunda mitad del siglo XX, el más difundido, el más veces traducido y editado, no tiene lectores ni se encuentra fácilmente hoy en día. No es un fenómeno literario; es un fenómeno sociológico y político. Que no se engañe el curioso lector, este es un manual para la lucha, otra forma de l lamar a la guerra. Un instrumento eficaz como lo fueron para Mao, en la Larga Marcha, la linterna o los mapas. El joven revolucionario ha de llevarlo consigo siempre, consultarlo, aprenderlo de memoria, dormir con él y guardarlo en un bolsillo de la camisa. Es la guerra del pueblo contra sus enemigos, capitalismo e imperialismo. Estos son tan poderosos que el único modo de ganarla es multiplicar los soldados de la joven guardia roja. Del libro se han publicado hasta hoy más de novecientos millones de ejemplares, lo que lo convierte, tras la Biblia y el Corán, en el título más veces publicado de la historia.
En este libro, traducido a doce idiomas y convertido en un clásico, el profesor Moses I. Finley, reconocido mundialmente como uno de los grandes renovadores de la historia antigua, estudia las formas de gobierno de las ciudades-estado de Grecia y de la Roma republicana, sociedades ambas que, con diferentes instituciones y distinta historia, tenían sin embargo en común una base económica agraria, un sistema social jerarquizado y la admisión de las clases inferiores en el marco institucional. El profesor Finley hace aquí un análisis magistral de la lucha por el poder en el seno de esas sociedades, del papel desempeñado en esa lucha por guerras y conquistas, del sutil juego de las ideologías, de la frágil estabilidad de las alianzas: en una palabra, de la «invención» de la política.
Colombia, en los años noventa, era un país sumido en el caos con un gobierno débil que combatía a la guerrilla y a los narcotraficantes inmersos en una guerra liderada por Pablo Escobar y sus eternos rivales: los hermanos Rodríguez Orejuela, del cartel de Cali. Jorge Salcedo, ingeniero, oficial de la reserva del ejército, un hombre de negocios respetado, padre de familia, que despreciaba a Escobar, entró a formar parte del cartel de Cali para convertirse en el jefe de seguridad de uno de los capos. Salcedo pretendía ignorar la corrupción, la violencia y la brutalidad que lo rodeaba, y luchó por preservar su integridad con grandes dificultades, hasta que un día recibió una orden directa del padrino que no podía cumplir pero tampoco desobedecer. Salcedo comprendió entonces que su única salida era traicionar al sindicato del crimen más rico y poderoso de todos los tiempos, arriesgarlo todo e intentar derrotar a los de Cali en un juego a vida o muerte en el que eran muy pocas las posibilidades de ganar.
La percepción generalizada de que la vida va más deprisa que antes ha arraigado en nuestra cultura, y solemos culpar de ello a los smartphones y a Internet. Pero ¿acaso no es el único propósito del smartphone proporcionarnos un acceso tan rápido a las personas y a la información que nos libere para hacer otras cosas? ¿No se supone que la tecnología debía facilitarnos la vida? En Esclavos del tiempo, Judy Wajeman explica por qué a partir de nuestras experiencias con la tecnología digital deducimos de forma inmediata que esta acelera inexorablemente la vida cotidiana. La autora argumenta que no somos menos rehenes de los dispositivos de comunicación, y que la sensación de andar siempre apurados es el resultado de las prioridades y parámetros que nosotros mismos establecemos. De hecho, estar siempre ocupados y llevar una vida ajetreada ha pasado a tener un valor positivo en nuestra cultura basada en la productividad.
En su sistemático desmantelamiento de la falsa condición de árbitros mundiales de la democracia que se atribuye Estados Unidos, Estados fallidos es la crítica más centrada y urgente de Chomsky hasta la fecha.Estados fallidos son, para Chomsky, los que carecen de capacidad para proteger a sus ciudadanos de la violencia y se consideran más allá del derecho.Estados Unidos supone un peligro cada vez mayor para sus habitantes y el mundo en general, ya que sus propias instituciones democráticas atraviesan una grave crisis y sus políticas y prácticas sitúan el mundo al borde del desastre nuclear y medioambiental.