Verónica es una mujer que ha desatendido su eros y acarrea una depresión invisible, pero no se ha resignado a que su vida siga el rumbo predeterminado por nuestra sociedad heteropatriarcal. Así, nos conduce por su camino de recuperación del eros perdido y, con él, el de la recuperación de la libertad, el placer y una sexualidad transgresora.
Guiada por las lecturas de diferentes teóricas feministas, desde Virginie Despentes a Betty Friedan, de Sara Ahmed a Brigitte Vasallo, Verónica nos relata sus experiencias, en las que se incluyen la contratación de trabajo sexual, las maravillas de la menopausia gozosa y los beneficios terapéuticos del consumo de MDMA, para que la acompañemos hasta un escenario vital radicalmente distinto del que partía.
Con una prosa poética situada dentro de lo que la autora denomina «autoficción académica», Y a lo mejor contarlo pretende demostrar que podemos vivir de un modo diferente al que creemos que estamos obligadas. Para ello, no solo tenemos que atrevernos a innovar, sino que también es imprescindible contarlo para así servir de ejemplo para todas aquellas que piensan que es imposible vivir de otra manera.
A finales de los noventa, en dos pequeños pueblos de la Bassa Modenese, una zona situada en el centro norte de Italia, los servicios sociales separaron a dieciséis niños de sus familias y los enviaron a otros lugares del país. Los padres eran sospechosos de pertenecer a una secta de pedófilos satánicos que realizaban rituales nocturnos en el cementerio bajo supervisión de un cura católico muy querido por los vecinos. Son los mismos niños los que relataron a los psicólogos y asistentes sociales estas escenas horribles y atroces. La red de monstruos que describieron implicaba a madres, padres, hermanos, tíos y conocidos, pero lo cierto es no hay ni un testimonio de una persona adulta. Nadie ha visto ni oído nada. ¿Es posible que en este rincón del mundo se haya impuesto una ley del silencio tan profunda y eficaz?
La realidad de los hechos emergerá bajo una luz nueva, más escalofriante que la anterior. Sin embargo, para muchos será demasiado tarde, aunque alguno de ellos tendrá una nueva oportunidad.
El mal no es algo novedoso; ha vivido entre nosotros desde tiempos inmemoriales. Pero hay algo nuevo en el tipo de maldad que caracteriza nuestro mundo contemporáneo líquido-moderno: se ha vuelto más penetrante, menos visible, pues se oculta en el tejido mismo de la convivencia humana, en el curso de su rutina y reproducción cotidiana. En su forma actual, el mal es difícil de detectar, desenmascarar y resistir. Nos seduce por su ordinariedad, para luego asaltarnos sin avisar, golpeando aparentemente al azar. El resultado es un mundo social comparable a un campo minado: sabemos que está lleno de explosivos y que las explosiones ocurrirán tarde o temprano, pero no tenemos ni idea ni dónde ni cuándo ocurrirán.
En Maldad líquida, Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis guían al lector a través de este nuevo terreno en el que el mal se ha vuelto más cotidiano, pero más insidioso, y que amenaza con despojar a la humanidad de sus sueños, sus proyectos y del poder de disentir en el momento en que más se necesitan.
Generación líquida es la última obra de Zygmunt Bauman, un icono cultural que ha gozado de una inmensa popularidad gracias a su capacidad para hablar a todo el mundo con un lenguaje comprensible y conciso.
En esta obra, Bauman entabla un diálogo con un joven exactamente sesenta años más joven que él: Thomas Leoncini. Su discusión se centra en el mundo de las generaciones nacidas después de los primeros años de la década de 1980, aquellos que en una sociedad líquida y en continuo cambio forman parte de ella en calidad de nativos y que captan su realidad en su dimensión más profunda y real, incluso la de los fenómenos considerados más efímeros.
En esta breve y fulgurante obra pop, ambos autores analizan la transformación del cuerpo, los tatuajes, la cirugía estética, los hípsters, la dinámica de la agresión (y en particular el fenómeno del acoso escolar), internet y las transformaciones sexuales y amorosas de la sociedad.
Cuando la mayoría de la gente piensa en las direcciones de las calles, si es que lo hace alguna vez, piensa en su capacidad para garantizar que el cartero pueda entregar el correo o que un viajero no se pierda. Pero las direcciones no se inventaron para ayudar a encontrar el camino, sino para encontrarte a ti. En muchas partes del mundo, tu dirección puede revelar tu raza y tu clase. En este extraordinario estudio, Deirdre Mask examina las calles que llevan el nombre de Martin Luther King, los medios de orientación de los antiguos romanos o cómo los nazis aún rondan por las calles de la Alemania moderna. La otra cara de la moneda de tener una dirección es no tener ninguna; así, también conoceremos lo que eso significa para millones de personas hoy en día, como aquellas que viven en los barrios bajos de Calcuta o en las calles de Londres. Repleto de personas e historias fascinantes, El callejero ilumina las complejas historias que se esconden detrás de los nombres de las calles, así como su poder para revelar u ocultar, decidir quién cuenta, quién no y por qué.
Imagina un mundo en el que una vasta red de incels y otros misóginos son capaces de operar prácticamente sin ser detectados. Estos extremistas cometen actos terroristas deliberados contra las mujeres. Los adolescentes vulnerables son entrenados y radicalizados. No tienes que imaginar ese mundo, ya vives en él. Quizá no lo sepas porque no nos gusta hablar de ello, pero ya es hora de que empecemos. En este libro urgente e innovador, Laura Bates, autora de varios best sellers y fundadora del Proyecto Sexismo Cotidiano, se adentra en la clandestinidad para sacar a la luz vastas redes y comunidades misóginas. Una inmersión profunda en el extremismo mundial. Sus entrevistas con miembros de estos grupos y con las personas que luchan contra ellos ofrecen una visión única del funcionamiento de este movimiento. Las ideas se difunden desde los rincones más oscuros de Internet —a través de trolls, medios de comunicación y celebridades— hasta las escuelas, los lugares de trabajo y los pasillos del poder, pasando a formar parte de nuestra conciencia colectiva. Sin censura, y a veces tan chocante como aterradora, esta es la incómoda verdad sobre el mundo en que vivimos. Y sobre lo que debemos hacer para cambiarlo.