Reconstruir el pasado es tarea compleja y resbaladiza, no importa qué vertiente de ese pasado nos interese. Los historiadores se basan fundamentalmente en fuentes escritas publicadas, pero existe otro tipo de fuente: las correspondencias. Querido Isaac, querido Albert – un guiño a Isaac Newton y a Albert Einstein – reproduce, explicando el contexto en el que fueron escritas, un extenso conjunto de cartas de algunos de los mejores científicos de la historia.
Es imposible dar idea de la variedad de temas que tratan las cartas que aparecen en este libro, tanto en su dimensión humana y personal, como en la científica e institucional, un libro que no tiene paralelo en ningún otro publicado hasta la fecha y que en más de un sentido constituye una historia (parcial) alternativa de la ciencia. Entre los muchos episodios que se tratan, se cuentan, por ejemplo, las cartas que cubren el proceso mediante el cual Edmund Halley convenció, y soportó, al siempre reacio Isaac Newton para que escribiera su inmortal libro de 1687, Philosophiae Naturalis Principia Mathematica; la dramática carta que Lavoisier escribió en vísperas de ser víctima de la guillotina; las informaciones que Benjamín Franklin dio al presidente de la Royal Society inglesa de las ascensiones aerostáticas que presenció en París; la reacción de Charles Darwin cuando recibió la noticia de que Alfred Russel Wallace había llegado a la misma teoría de la evolución de las especies que él; la que Galois escribió a Auguste Chevalier la noche antes del duelo que acabó con su vida, resumiendo sus innovadoras ideas matemáticas; las que escribió Albert Einstein a su entonces novia, Mileva Maric, y otras a varios corresponsales que muestran la influencia que la filosofía ejerció para llegar a la teoría de la relatividad especial; la carta en la que Max Planck explicaba a Robert Williams Wood el sacrificio intelectual que tuvo que realizar para introducir los cuantos de luz; o una en la que Francis Crick explicaba a su hijo el descubrimiento de la estructura del ADN.
¿Cuándo leíste por última vez unas cifras en un titular y te preguntaste si realmente eran ciertas? ¿Sabes que hay una herramienta que te ayuda a verlo todo con mayor nitidez y no son unas gafas de rayos X?
Se trata de los números y los datos que manejan las estadísticas, indispensables en el relato con el que se construye hoy en día la actualidad política, económica y social. Y para comprender la realidad cambiante y compleja en la que vivimos no se necesita un doctorado en matemáticas. Basta un poco paciencia y sentido común, pero sobre todo, se requiere la curiosidad que Tim Harford, autor de El economista camuflado, sabe contagiar a sus lectores para observar el mundo con otros ojos.
Un viaje por las constelaciones para conocer los progresos de los grandes astrónomos del pasado, las interpretaciones más o menos fantasiosas de los fenómenos celestes y el avance del conocimiento del universo a través de quienes convirtieron su estudio en su razón de vivir.
Revela la fusión excepcional que se produjo en muchos casos entre el arte y el conocimiento científico plasmada en mapas que son verdaderas obras maestras del ingenio y que, todavía hoy, siglos después de su confección, consiguen transmitir el extraordinario mensaje para el que fueron concebidos.
Acompañado de espléndidas imágenes de los mapas celestes más celebrados, más raros y más fascinantes que se han creado desde el siglo xvi hasta el xix.
«En febrero de 2020, un conocido empresario me llamó por teléfono tras escuchar una declaración mía en La Sexta y me dijo: "Os estáis cargando la economía". Yo le contesté que eran ellos los que se iban a cargar la economía, por no cortar los contagios de raíz».
Las epidemias nos han acompañado durante toda la historia. Por eso, es nuestro deber en pleno siglo XXI hacer una reflexión crítica sobre la gestión de la nueva pandemia que se ha cobrado más de seis millones de vidas: la de la COVID-19. El objetivo de este libro es tratar de contribuir a que, de cara a las generaciones futuras, aprendamos las lecciones que se derivan de ella y podamos establecer una hoja de ruta para cuando lleguen nuevas pandemias. Porque llegarán, y deberíamos estar preparados.
«Del aprendizaje de los errores y de la autocrítica se pueden sacar lecciones que mejorarán nuestra capacidad para hacer frente a un reto como este en el futuro».
La historia de la carrera por la conquista del espacio está llena de mártires olvidados, historias suprimidas y secretos sorprendentes.
Seis meses antes de que Yuri Gagarin se convirtiera oficialmente en el primer humano en órbita terrestre, varias estaciones de radio en Europa interceptaron emisiones de otros vuelos soviéticos que, al parecer, fueron ocultados.
La historia de esa «supresión informativa» es solo una de las muchas que rescata el periodista e investigador aeroespacial Roberto Pinotti, que lleva décadas reuniendo las piezas traspapeladas de lo que podría ser uno de los mayores engaños de nuestros días.
¿Por qué Moscú y Washington llevan tanto tiempo silenciando capítulos enteros de su carrera por dominar el espacio? ¿Qué ocultan de verdad? ¿Qué temen?
La electricidad es una fuerza biológica de la vida; la parte invisible de la naturaleza. El aire está lleno de todo tipo de ondas de todos los colores que nuestro cuerpo siente aunque no las alcancemos a ver. Durante más de doscientos años hemos vivido bajo la generalizada creencia de que la electricidad era inocua para el ser humano y el planeta. El científico e investigador Arthur Firstenberg destruye esta convicción al contarnos paso a paso la historia de la electricidad como nunca se había hecho hasta ahora –desde el punto de vista medioambiental– y describiéndonos pormenorizadamente todos sus efectos biológicos.
De manera amena y rigurosa, El arcoíris invisible narra la historia de la electricidad desde los albores del siglo XVIII hasta nuestros días, haciéndonos conscientes de que muchas enfermedades cardíacas, la diabetes y el cáncer, así como multitud de problemas medioambientales, han sido causados en gran parte por la contaminación electromagnética asociada a nuestro progreso tecnológico: el telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión, el ordenador, el móvil, la red 5G, etc.