Cuando Violeta, la activista, Henry, el empresario y Alberto, el minero, entraron en una cueva para guarecerse de la tormenta, no imaginaban que estaban siendo guiados hasta allí de manera intencionada. Los Dioses taínos habían despertado de su prolongado sueño con historias que contarles.
En un barrio de Santo Domingo, una niña lista
y obediente hace las labores domésticas y los mandados sin protestar, por lo que dedica poco tiempo a los estudios. Un día, con un pequeño acto de rebeldía, decide soltar las alas de su imaginación y de sus talentos provocando un revuelo en la familia que cambia la vida de todos.