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ELOGIO DE LA OCIOSIDAD

Una visión alternativa y totalmente estimulante sobre nuestro pecado mortal favorito: la ociosidad. ¿En qué medida una vida ociosa es una buena vida? El primer libro que desafía a la filosofía moderna en su condena de la ociosidad, revelando por qué el estar ocioso es un estado de libertad verdadera. Durante milenios, la ociosidad y la pereza se han considerado vicios. Se espera que todos trabajemos para sobrevivir y salir adelante. Dedicar energía a cualquier cosa que no sea el trabajo y la superación personal puede parecer un fracaso moral o un lujo. Pero, ¿y si la ociosidad, en vez de vicio o defecto, fuera una forma eficaz de resistencia? ¿Y si nos permitiera experimentar la libertad en su forma más plena? Lejos de cuestionar estas ideas convencionales, filósofos modernos como Kant, Hegel, Marx, Schopenhauer y de Beauvoir las sustentan y profundizan. Este libro expone los prejuicios tras estos razonamientos, cuestionando la visión oficial de nuestra cultura: que el incesante ajetreo, el hacerse a uno mismo, la utilidad y la productividad son el núcleo mismo de lo que está bien para los seres humanos. Recogiendo ideas de la Grecia Antigua y sobre la importancia del juego en pensadores como Schiller y Marcuse, el autor presenta una visión empática de la ociosidad, que nos permite mirar bajo una nueva luz nuestro moderno culto al trabajo y al esfuerzo. Una reflexión estimulante.
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ELOGIO DE SOCRATES

Hadot nos muestra que Sócrates, partero de espíritus, permite responder a la pregunta de qué es filosofar, ayuda a su interlocutor a replegarse en sí mismo, a cuestionarse, es decir, a descubrir la conciencia. Sócrates no engendra nada, porque no sabe nada, pero propicia que otro pueda engendrarse a sí mismo. Invierte la relación entre maestro y discípulo mediante un procedimiento existencial que tanto Kierkegaard como Nietzsche han tratado de repetir. Para Kierkegaard, nos cuenta Hadot, el mérito de Sócrates consiste en haber sido un pensador sumido en la existencia, y no un filósofo especulativo que olvida lo que es existir. Es decir, Sócrates nos desvela la filosofía como forma de vida.
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EMOCIONES MORALES

La tesis fundamental de Steinbock es que las emociones morales no solo tienen su propia temporalidad sino que permiten formas específicas de evidencia que clarifican el sentido de la personalidad, además de relanzar nociones como libertad, crítica y normatividad. Esta obra marca una nueva etapa en la investigación fenomenológica. Se desarrolla a partir de una exploración sistemática en torno a lo que Steinbock denomina las «emociones morales», que describe como emociones de la auto-donación (orgullo, vergüenza y culpa), de la posibilidad (arrepentimiento, esperanza y desesperanza) y de la otredad (confianza, amor y humildad). A través de ellas descubre la estructura básica que subyace a las experiencias interpersonales concretas. La tesis fundamental de Steinbock es que las emociones morales no solo tienen su propia temporalidad sino que permiten formas específicas de evidencia que clarifican el sentido de la personalidad, además de relanzar nociones como libertad, crítica y normatividad. Estas, a su vez, permiten el desarrollo de un nuevo paradigma para afrontar los retos de los imaginarios sociales contemporáneos, más allá de la disputa modernidad/posmodernidad.
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EMPEDOCLES DE AGRIGENTO; EL RELAMPAGO

Los dos escritos de Romain Rolland aquí editados, Empédocles de Agrigento (1918) y El relámpago de Spinoza (1924), fueron publicados de manera conjunta en 1931. La unidad temática de ambos textos justifica este criterio integrador, que es el que sigue Pilar Benito Olalla, responsable de una traducción novedosa y muy cuidada. Los dos textos de Rolland sobre estos memorables filósofos, Empédocles y Spinoza, coinciden en la apropiación entusiasta, ardorosa, de obras que trascienden la contingencia histórica para mostrar su valor y resonancia en la actualidad. Surge así un deslumbrante juego hermenéutico en el que es una aproximación individual como la de Rolland, marcada por una potente subjetividad, la que desvela aspectos esenciales, hasta ahora ocultos, de la obra de estos autores. Comparece ante el lector una armónica tríada de voces rotundas: la fecunda impronta filosófica de Empédocles y Spinoza, y el peculiar sello lite- rario de Rolland.
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EN BUSCA DE CONSUELO

Cuando la vida parece perder su sentido, necesitamos palabras. Cuando sufrimos un duelo, una traición, la soledad o una derrota, buscamos ayuda para recuperar ese sentido. El lenguaje del consuelo fue antaño el gran objeto de estudio de religiosos y filósofos, pero se ha ido desvaneciendo de nuestro vocabulario moderno. Desde el siglo XVI, la humanidad ha tendido a rechazar el alivio proveniente de los textos sagrados para, en su lugar, concentrar su fe en la ciencia, las ideologías y las terapias. Además, como advierte el gran pensador e historiador Michael Ignatieff, «hoy el premio de consolación es el que nadie quiere ganar. Las culturas que persiguen el éxito no prestan mucha atención al fracaso, la pérdida o la muerte. La consolación es para los perdedores».
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EN BUSCA DEL TIEMPO EN QUE VIVIMOS

En todo momento histórico hay una tensión entre lo viejo que no se resigna a desaparecer y lo nuevo que no se decide a triunfar. Todo presente histórico es un interregno propicio para fenómenos monstruosos que sólo los que vengan después sabrán si fueron apariciones fantasmales que se disolvieron sin dejar huella, heraldos del futuro, partos prematuros o muertos revividos. Nuestro monstruo hoy es la sensación, tan extendida, de que vivimos en un posible fin de los tiempos. La inquietante presencia de esta esperanza herida nos permite pensar que el hombre actual ha podido cansarse de sí mismo y de su dominio insolente de la Tierra. El filósofo y maestro Gregorio Luri se sirve de nuestras angustiosas preguntas por los límites del mundo humano como pruebas reactivas para diagnosticar el signo del tiempo en que vivimos. Porque, aunque la pregunta por los límites humanos es tan antigua como la religión, había permanecido latente hasta hace pocas décadas. Pero en nuestros días ha alcanzado una latencia tan extraordinaria que inunda los medios de comunicación, anulando toda posibilidad de autocomplacencia. Que el hombre esté desorientado no es noticia; que tenga miedo al futuro, tampoco. Pero que tenga miedo de sí mismo porque se ve como el bárbaro que acecha en los limes de su alma, sí es novedoso. Y es una noticia altamente preocupante, sobre todo porque ese miedo ha llegado a las escuelas…
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