Francis Bacon advirtió de que los hombres que han alcanzado altas posiciones acaban siendo extraños a sí mismos. Consideraba que a la ardua ascensión de los poderosos seguía inevitablemente un eclipse que derivaba en «cosa melancólica», pues resulta muy difícil resignarse a la vida privada y al retiro. Montaigne confesaba en sus ensayos que en su dedicación a los otros, a la política, no pudo evitar apartarse de sí mismo.
¿Por qué tantos hombres de sabiduría se han metido en política?, se pregunta el autor, en clara alusión a su propia expenencia.
Casi todos los intelectuales han fracasado en este empeño: Platón frente a la Corte de Dionisio II en Siracusa; Aristóteles frente a Alejandro; Cicerón frente a Marco Antonio; los intelectuales que sostuvieron la Segunda República frente a la barbarie fascista y los estalinistas.
Pero a pesar de la plena dedicación al servicio público como un deber hacia los demás, debe primar una exigente alerta con el fin de no perder la autonomía de acción, la libertad de opinión y la capacidad de retirarse en cualquier momento para cuidar del alma y de sí mismo.
Este volumen recorre algunos de los momentos clave de la historia de la dificil relación entre el poder y la cultura, ofreciendo un análisis equilibrado, incisivo, valiente y esclarecedor. Supone una reivindicación clara de lo que nunca debiéramos dejarnos arrebatar, guiada por la convicción de que es precisamente en la educación y la cultura donde residen las únicas garantías del nuevo e indispensable renacimiento.
La primera guerra judeo-romana de 66-73 d.C. fue una lucha que tuvo enormes consecuencias, no sólo para los judíos, sino para la civilización occidental en su conjunto. La conquista de Jerusalén fue una historia trepidante que pone de manifestó, tanto las complejidades del combate, como las maniobras políticas y los aspectos religiosos que influyeron en el resultado de la lucha militar Dando-Collins detalla el conflicto desde ambos lados de la campaña de siete años. Su examen de la revuelta se basa en numerosos descubrimientos arqueológicos y forenses realizados en los últimos años para iluminar a las personas y los acontecimientos como nunca antes habían sido vistos. Ninguno de los bandos sale indemne del conflicto. Ambos fueron heroicos y bárbaros a partes iguales. Al final, los luchadores por la libertad de los judíos perdieron la guerra y Jerusalén, su ciudad santa, el centro de la campaña de ambos bandos. Sin embargo, hoy Jerusalén vuelve a ser el corazón de la fe judía, mientras que, gracias al cristianismo, el Imperio Romano y sus dioses han desaparecido.
La Corona española silenció la conquista de México en su propaganda bélica, en sus salas de batallas y en sus espacios de Estado. Los monarcas no querían ser recordados como conquistadores de las Indias sino como instrumentos de su evangelización. En contraste, la Nueva España cimentó su compleja identidad reinterpretando y exaltando la conquista. Será hasta el siglo xix que los españoles se vanaglorien de la conquista de México, como parte de su construcción nacional, mientras que en México se imponía la visión contraria, la de víctimas seculares del abuso europeo. La conquista de la identidad estudia las obras de arte, o su ausencia, sobre la conquista de México en ambas orillas del Atlántico y la relación que este hecho crucial de la historia guarda con la construcción de las identidades de cada país.
En 1519, la armada de Hernán Cortés, con quinientos infantes y once buques, zarpó de Cuba desoyendo órdenes directas con la intención manifiesta de llegar al corazón del mayor imperio del Nuevo Mundo. Cuando finalmente se adentraron en Tenochtitlán, fueron recibidos con honores por Moctezuma y su pueblo, quienes les reverenciaron como si de dioses se trataran. No obstante, el posterior secuestro y destitución de Moctezuma, así como la destrucción de la capital, convierten la conquista de México en uno de los episodios más cautivadores y trágicos de la historia del mundo.
La rendición de la ciudad de México-Tenochtitlan ante el ejército indohispano que la asoló durante tres meses puso fin el 13 de agosto de 1519 a la primera etapa del proceso de reconocimiento, conquista, colonización e integración del actual territorio mexicano a la Monarquía hispánica. Esto fue el inicio de un imperio global que articuló el planeta a una escala inédita.
Los sentidos y significados de este hecho histórico han hecho correr litros de tinta desde entonces. Si unos ven solo un choque violento y otros una heroica conquista que puso las bases del imperio español, el historiador mexicano Martín Ríos Saloma plantea en este libro divulgativo una visión libre de mitos nacionalistas y alejada de la lectura maniqueísta de que aquella fue una rivalidad personal entre solo dos actores: Moctezuma contra Hernán Cortes. La conquista de México fue un proceso complejo lleno de malentendidos y también de entendimientos culturales.
Esta es la historia y la memoria compartidas no solo entre España y México, sino entre América, el Mediterráneo, Asia y África, territorios todos poseedores de complejas y originales civilizaciones que, al confrontarse, acabaron formando el mundo del cual somos herederos.
Cuando se cumplen 500 años del inicio de la aventura andina de Francisco de Pizarro, sin que se esperen grandes actos de conmemoración, aquellos hechos siguen rodeados de mitos y propaganda. El colapso del convulso mundo indígena, la hazaña de un puñado de españoles y las posteriores luchas entre conquistadores integran una de las mayores epopeyas de la humanidad que, sin embargo, la leyenda negra y el olvido han distorsionado.
El investigador Iván Vélez narra desde su esencia la conquista del Imperio inca y el nacimiento del virreinato del que tantos estados americanos son deudores. Lo hace valiéndose de las fuentes originales y de datos inéditos extraídos de los archivos para devolver la voz a los auténticos protagonistas: a hombres y mujeres que buscaron fama y fortuna, pero que, casi siempre, hallaron guerra y hambre.