Rüdiger Safranski, un maestro en el arte de exponer la historia de las ideas, presenta a un Goethe en gran medida inédito para el lector en lengua española, pues para escribir esta impresionante biografía ha recurrido a incontables fuentes primarias: cartas, diarios, epistolarios, conversaciones o semblanzas de cuantos lo conocieron y trataron. El resultado es un poliédrico y vivísimo retrato de Goethe, un autor cuya vida se mueve entre los años del rococó y el nacimiento del ferrocarril, y que fue testigo privilegiado de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas. Safranski no sólo nos relata su época y su obra, sino que nos transmite el apasionado esfuerzo de Goethe para convertir su propia existencia en una obra de arte, un arte de vivir unas veces afortunado y otras desgarrado por múltiples contradicciones, pero lleno de enseñanzas para los lectores de todos los tiempos.
Existen muchas introducciones a la teología, a su quehacer y sus temas. Sin embargo, la singularidad de este pequeño libro de Hans Küng es que presenta la teología no como una ciencia abstracta sino como la realización de un proyecto vital. A través de la exposición y el análisis crítico de la vida y los textos esenciales de siete pensadores paradigmáticos se muestra la contribución y la repercusión decisiva que cada uno de ellos ha tenido en la historia del cristianismo. Con sus conocimientos y sus compromisos, pero también con sus errores. Desde esta perspectiva se hace la semblanza de Pablo de Tarso, Orígenes, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Martín Lutero, Friedrich Schleiermacher y Karl Barth.
Esta introducción sirve de preludio al segundo volumen consagrado por Hans Küng a la situación religiosa de nuestro tiempo: El cristianismo. Esencia e historia (2013), publicado en esta misma Editorial, que trata también de estos teólogos pero en un contexto histórico más amplio.
Hegel es el pensador que inaugura el mundo contemporáneo. Toda su obra está penetrada y motivada por la conciencia y por la emoción de tener que habérselas con una inflexión decisiva en el curso del mundo, y por lo tanto en el curso de la filosofía. El sentido ya no se propone como el vínculo religioso de una comunidad, y el saber no se ordena ya en pos de la totalidad de un sentido.[...] Desde Hegel no hemos dejado en penetrar en esta negatividad, y la propia época de Hegel, al igual que su filosofía, yacen a su vez bien lejos tras nosotros. En cierto modo, no podemos recoger de ellos alguna significación que tuviera todavía disponible. Por ello es por lo que, aquí mismo, no se prentende «restituir» a Hegel, y no se expone un «hegelianismo»: se lee a Hegel, o se lo piensa, tal como fue releído y repensado hasta nosotros, tal como ya se ha puesto en juego en el pensamiento. Pero lo primero que se debe pensar es esto: el sentido nunca está dado ni disponible; antes bien, se trata de volverse uno disponible para él, y esta dispoibilidad se llama libertad.