Este libro nos descubre al Todorov más implicado con el presente, en la línea de El miedo a los bárbaros. Los enemigos íntimos de la democracia denuncia que los peligros que acechan a las democracias occidentales no son tanto externos, como se nos ha querido hacer creer invocando el terrorismo islamista, los extremismos religiosos o los regímenes dictatoriales, sino internos. Todorov argumenta que nadie pone tanto en peligro la democracia como tres tendencias crecientes en el mundo occidental, empezando por los Estados Unidos: el mesianismo (que dio lugar a la invasión de Irak y a otros intentos de imponer por la fuerza la democracia en el mundo), el ultraliberalismo (el imperio de la economía por encima de la política, el poder de los medios de comunicación, el desmantelamiento del estado del bienestar) y el populismo y la xenofobia (el miedo al extranjero, el aumento del nacionalismo excluyente). Así pues, el enemigo está en nosotros mismos. Todorov llama a resistir y propone la necesidad de una «primavera europea» que ponga fin a estas derivas desde el convencimiento de que quien decide nuestro destino no es sino la suma de nuestras voluntades.
Los Esclavos de Yucatán es el primero de los reportajes que forman México Bárbaro, en él, Kennet Turner describe la brutal explotación en las haciendas henequeneras de la península del sureste mexicano. "Una y otra vez comparé, en la imaginación, el estado de los esclavos de nuestros estados del Sur, antes de la Guerra Civil, y siempre resultó favorecido el negro. Nuestros esclavos del Sur estaban casi siempre bien alimentados; por regla general no trabajaban con exceso; en muchas de las plantaciones rara vez se les pegaba; de cuando en cuando era costumbre darles algo de dinero para pequeños gastos y se les permitía salir de la finca por lo menos una vez por semana. Éstos, como los esclavos de Yucatán, eran ganado perteneciente a la finca; pero, a diferencia de aquéllos, se les trataba tan bien como al ganado." John Kenneth Turner
Karel Holemans fue un pintor flamenco que soñaba con la independencia de Flandes. Espió en España durante la Guerra Civil, en el lado republicano. En la invasión nazi de Bélgica trabajó como espía doble. O tal vez triple. Fue agente de la inteligencia alemana, estuvo casado con una agente de la Resistencia y, en secreto, era Caballero Comendador de los templarios. Se enroló en los servicios secretos alemanes para poder sacar de Bélgica los archivos históricos de la orden del Temple y evitar que cayeran en manos de la Gestapo. Llevó los archivos a Portugal y con ello salvó las vidas de 238 templarios belgas y franceses. Como pintor conoció el éxito y la pobreza, y sus obras cuelgan hoy en varios museos europeos, entre ellos, el Reina Sofía de Madrid.
Fue condenado a muerte en Bélgica y se exilió en España, donde pasó el resto de su vida. Se casó con la pubilla de una rica familia de cavistas de Sant Sadurní d’Anoia. Su suegra nunca aprobó la boda y le persiguió con una falsa acusación de bigamia que casi le cuesta la extradición y la vida. En 1974, estuvo presente como traductor en la ejecución de Heinz Chez en Tarragona, condenado por Franco a morir por garrote vil el mismo día y a la misma hora que Puig Antich en Barcelona. Su hijo Carlos ha dedicado más de diez años a desenterrar y recomponer lo que nunca contó.