Vivimos en una época en la que las élites dominan todos los ámbitos de la vida, y lo hacen bajo la apariencia de bienhechores y filántropos. Miramos a esos grandes hombres con admiración, envidia e, incluso, agradecimiento. Personas como Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Bill Gates o Mohamed bin Salmán no solo figuran en el top de los más ricos, sino que, además, poseen gigantescas compañías tecnológicas y grandes conglomerados financieros. Son los dueños del planeta, pero ¿son lo que aparentan? ¿Qué se oculta detrás de esas sonrisas autocomplacientes? ¿Hasta dónde llega su afán de poder? ¿Cómo afecta al resto de la ciudadanía sus acciones?
Este libro desenmascara a los principales plutócratas de nuestra era y traza sus recorridos vitales, sus antecedentes, sus frustraciones y sus aspiraciones para, de ese modo, entender qué se proponen, por qué hacen lo que hacen y qué objetivos últimos persiguen.
«La historia se ha acelerado a un ritmo vertiginoso, que amenaza el futuro de la raza humana», nos dice Eric Hobsbawm, que no sólo es el historiador más leído en el mundo, sino uno de los pensadores más influyentes de la izquierda. Hobsbawm nos habla en estas páginas de los grandes problemas a que nos enfrentamos: la guerra, la paz y las posibilidades de un orden mundial, del proyecto imperial de los Estados Unidos y de cómo «un grupo de políticos locos pretenden implantar su propia versión de la supremacía mundial», de los efectos de una globalización que acentúa las disparidades en el mundo, de la crisis del estado-nación, de las inmigraciones, el racismo y la xenofobia, de los peligros que nacen del miedo irracional al terror político o de las dificultades de mantener el orden público en un mundo violento en que circulan 125 millones de rifles de asalto. Problemas analizados por desde una perspectiva a la vez crítica y esperanzada, que contrasta con la mediocridad del pensamiento único que nos invade.
Un ensayo certero y con un enfoque novedoso sobre el uso y el abuso de la palabra «fascismo» en la actualidad.
Este breve ensayo no pretende dilucidar si es riguroso o no usar la palabra fascismo en los años veinte del siglo XXI. Tampoco analiza si se abusa de ella como estrategia electoral. Se pregunta en cambio por la emoción política que mueve a quien la utiliza para señalar a un adversario, y disecciona, con un argumento sorprendente y luminoso, el carácter siniestro que esconden las lecturas contemporáneas del pasado que recurren a la historia como profecía y advertencia.