Si en "Breve historia de las migraciones", publicada en esta misma colección, Massimo Livi Bacci hace un recorrido por el desarrollo de este fenómeno consustancial a la especie humana a lo largo de la historia, en "Por tierras y mares: Quince migraciones de la antigüedad a nuestros días" desciende a la narración pormenorizada de los hechos. Clasificadas según el grado de libertad individual que ha presidido la elección del desplazamiento (desde la ausencia absoluta que caracterizó, por ejemplo, los movimientos en la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, a la más o menos libertad plena con que se pudo realizar el desplazamiento a través del Atlántico hacia el continente americano durante los siglos XIX y XX), el autor describe en estas páginas quince casos concretos que afectaron al mundo "occidental" -Europa y América- desde la antigüedad a nuestros días. Susceptibles de acabar en desastre o de culminar con éxito, refractarias a generalizaciones, paradigmas o modelos, las migraciones son fenómenos físicos y sociales, así como hechos políticos, que dejan de forma invariable su impronta en la historia.
Invitado a exponer sus piezas de cerámica en el museo Nissim de Camondo, Edmund de Waal disfrutó del inesperado privilegio de adentrarse en uno de los palacetes más lujosos de París, antigua propiedad de una influyente familia sefardí. Construido por deseo del filántropo y coleccionista de arte Moïse de Camondo en 1912, el edificio acoge desde entonces una extraordinaria colección de arte francés del siglo XVIII. Sin embargo, como ocurrió a los antepasados de De Waal, los Ephrussi, también los Camondo se convirtieron pronto en blanco del antisemitismo. El infausto destino de este ilustre linaje sobrecogió a De Waal, que comenzó a escribir las cartas reunidas en este libro para rendir homenaje al recuerdo de una familia perdida y «contrarrestar el silencio del desdén». El resultado es una conmovedora y personalísima reflexión sobre el precio de la asimilación, la melancolía, los vínculos familiares, el arte, las vicisitudes de la historia y el valor de la memoria.
En este lúcido ensayo, el erudito ensayista francés analiza la obra de Élisabeth Louise Vigée Le Brun, una de las pintoras más brillantes e ignoradas de las últimas décadas prerrevolucionarias en Francia. Retratista magistral «capaz de conjugar el parecido fiel con la idealización impalpable», Vigée Le Brun fue la aliada a la que escogió María Antonieta para ofrecer una imagen humana y digna de ese mundus muliebris que ella representaba y que, supuestamente, corrompía el prestigio y la autoridad de los monarcas a fuerza de afeminarlos. Un relato fascinante que recrea con magnífica precisión el virulento despertar de una misoginia política, moral y social que hizo de la reina María Antonieta y su retratista oficial sus chivos expiatorios.