Invitado a exponer sus piezas de cerámica en el museo Nissim de Camondo, Edmund de Waal disfrutó del inesperado privilegio de adentrarse en uno de los palacetes más lujosos de París, antigua propiedad de una influyente familia sefardí. Construido por deseo del filántropo y coleccionista de arte Moïse de Camondo en 1912, el edificio acoge desde entonces una extraordinaria colección de arte francés del siglo XVIII. Sin embargo, como ocurrió a los antepasados de De Waal, los Ephrussi, también los Camondo se convirtieron pronto en blanco del antisemitismo. El infausto destino de este ilustre linaje sobrecogió a De Waal, que comenzó a escribir las cartas reunidas en este libro para rendir homenaje al recuerdo de una familia perdida y «contrarrestar el silencio del desdén». El resultado es una conmovedora y personalísima reflexión sobre el precio de la asimilación, la melancolía, los vínculos familiares, el arte, las vicisitudes de la historia y el valor de la memoria.
Un libro fascinante en torno a un personaje de excepción: el emperador Haile Selassie de Etiopía, el Rey de Reyes, el León de Judá, el Elegido de Dios, el Muy Altísimo Señor, Su Más Sublime Majestad, descendiente directo de Salomón, que gobernó su país como monarca absoluto durante casi cincuenta años, hasta que en 1974 fue derrocado por un Consejo Revolucionario.
Ryszard Kapuściński viajó a Etiopía, se sumergió en un país azotado por una confusa guerra civil y, cautelosamente, superando desconfianzas y temores, logró entrevistar a los antiguos dignatarios de la corte imperial, así como a los servidores personales del Emperador, en su día dedicados a los más variopintos e insólitos menesteres.
En este lúcido ensayo, el erudito ensayista francés analiza la obra de Élisabeth Louise Vigée Le Brun, una de las pintoras más brillantes e ignoradas de las últimas décadas prerrevolucionarias en Francia. Retratista magistral «capaz de conjugar el parecido fiel con la idealización impalpable», Vigée Le Brun fue la aliada a la que escogió María Antonieta para ofrecer una imagen humana y digna de ese mundus muliebris que ella representaba y que, supuestamente, corrompía el prestigio y la autoridad de los monarcas a fuerza de afeminarlos. Un relato fascinante que recrea con magnífica precisión el virulento despertar de una misoginia política, moral y social que hizo de la reina María Antonieta y su retratista oficial sus chivos expiatorios.