¿Nos estamos convirtiendo en la madrastra de Blancanieves? En la era Instagram, nuestro espejo mágico es la pantalla y la belleza la dictaminan los likes. En La sala de los espejos, Liv Strömquist se pregunta hasta qué punto la dictadura de la imagen ha minado la relación con nuestros cuerpos.
Siempre ácida e irreverente, la autora nos lleva del mito bíblico de Jacob hasta los motivos del éxito de influencers como Kylie Jenner o Kim Kardashian, pasando por la última sesión de fotos de Marilyn Monroe, la obsesión de la princesa Sissi por el ejercicio físico o el robo del busto de Nefertiti.
Strömquist nos regala un libro profundamente documentado en el que nos acompañan su trazo inimitable y las teorías de Susan Sontag o Eva Illouz para desentrañar el canon que nos esclaviza e intentar encontrar algo real entre tanto filtro.
Cuando solo tenía once años perdí a mi madre. Eso me convirtió en una mujer rebelde e independiente siendo todavía una niña, y me tocó enfrentarme a cosas a las que nadie debería afrontar a esa edad. Mi infancia fue difícil, pero también viví una emocionante y trepidante juventud.
Empecé a trabajar en la radio, donde conocí a José Manuel Parada. Nos enamoramos y nos mudamos a una Barcelona moderna, que vivía unos años convulsos pero que era la puerta a Europa. Estaba llena de artistas y gente con nuevas ideas, diferente a la que yo había conocido en Madrid y en Galicia cuando era una niña y una adolescente. Allí comencé a trabajar en la prensa del corazón, de la que me enamoré y sigo estando muy orgullosa. Durante aquellos años setenta, experimenté y aprendí a vivir en libertad, a pesar de que la dictadura franquista todavía no había terminado. Fue en esa época cuando descubrí que podía amar a quien yo quisiera, independientemente de su género.
En un curioso giro del destino, me enamoré de la persona más insospechada. Ahora estamos casadas y llevamos más de treinta años juntas. He entrevistado a importantes artistas que luego se han convertido en amigos, como Bárbara Rey, Borja Thyssen, Carmen Cervera, Isabel Pantoja y un largo etcétera. Con mi salto a la televisión, mi popularidad creció. He vivido muchas cosas, pero no fue hasta que participé en el reality Supervivientes durante once semanas que conseguí reconciliarme conmigo, con mi historia y con los demás bajo una preciosa noche estrellada.
A través de la mirada de su hermana Carmen, el abogado Manuel Medina nos sumerge en el mundo rural de la España de la posguerra. La vida de Carmen no fue fácil, especialmente su infancia: huérfana de madre y con un padre que regresó de la guerra tras combatir en el bando de los perdedores, tuvo que enfrentarse al hambre y al duro trabajo. Un retrato de la vida en el campo andaluz a lo largo del siglo XX: la humildad de sus gentes, sus costumbres y sueños.
La vida de Carmen se entrelaza en este relato con la del propio autor: desde sus humildes orígenes, en su pueblo natal, donde fue feliz, y su lucha incansable por salir adelante, hasta dirigir uno de los bufetes más importantes de España y América Latina. Manuel Medina, un hombre hecho a sí mismo y obsesionado por no olvidar sus raíces, nos invita a revisitar, con grandes dosis de emotividad, las entrañables historias del pasado y las, en ocasiones, duras pero esperanzadas, realidades del presente, marcadas por la pandemia. Una reivindicación del peso de la memoria y de la emoción de todas esas pequeñas grandes historias que conforman nuestra Historia con mayúsculas.