¿Qué lugar ocupan la vergüenza, el miedo, la compasión, la confianza o la autoestima en la formación de la personalidad moral? ¿Nos gobiernan las emociones? ¿Son positivas para el discurso político? ¿Sería ética una soberanía del sentimiento? Victoria Camps lleva a cabo un estudio de las emociones para descubrirnos que los afectos no son contrarios a la racionalidad, sino que, por el contrario, solo desde ellos se explica la motivación para actuar racionalmente. Solo un conocimiento que armonice razón y sentimiento incita a asumir responsabilidades morales. Gobernar las emociones es adquirir madurez moral.
¿Cómo puede establecerse hoy un nuevo tipo de dictadura? Onfray identificó siete vías: destruir la libertad; empobrecer el lenguaje; abolir la verdad; suprimir la historia; negar la naturaleza; propagar el odio; aspirar al Imperio.
Cada uno de estas vías se compone de acciones concretas:
- Para destruir la libertad, hay que: asegurar la vigilancia perpetua; arruinar la vida personal; suprimir la soledad; regocijarse en las celebraciones obligatorias; uniformizar la opinión; denunciar el crimen de pensamiento.
- Para empobrecer el lenguaje, hay que: utilizar un nuevo lenguaje; emplear un doble lenguaje; destruir las palabras; oralizar el lenguaje; hablar una sola lengua; acabar con los clásicos.
- Para abolir la verdad, hay que: enseñar ideología; utilizar la prensa en beneficio propio; difundir noticias falsas; producir realidad.
- Para abolir la historia, hay que: borrar el pasado; reescribir la historia; inventar la memoria; destruir los libros; industrializar la literatura.
- Para negar la naturaleza, necesitamos: destruir el impulso vital; organizar la frustración sexual; higienizar la vida; procrear médicamente.
- Para propagar el odio, necesitamos: crear un enemigo; fomentar la guerra; psiquiatrizar el pensamiento crítico; acabar con el último hombre.
- Para aspirar al Imperio hay que: formar a los niños; administrar a la oposición; gobernar con las élites; esclavizar mediante el progreso; ocultar el poder.
¿Quién puede decir que no estamos ahí?
Insisten en que son solo un grupo de amigos, pero canalizan millones de dólares a través de corporaciones libres de impuestos. Afirman desdeñar la política, pero los congresistas de ambos partidos los describen como la organización religiosa más influyente de Washington. Dicen que no son cristianos sino simplemente creyentes. Detrás de cada Desayuno Nacional de Oración desde 1953 han estado ellos: una red de élite entregada a una religión de poder para los poderosos, un evangelio del capitalismo bíblico, el poder militar y el imperio estadounidense. Son la Familia, la vanguardia del fundamentalismo, que libra una guerra espiritual en los pasillos del poder estadounidense y en todo el mundo. Se consideran los nuevos elegidos: congresistas, generales y dictadores extranjeros que se reúnen en celdas confidenciales para orar y planificar un liderazgo dirigido por Dios, que se ganará no por la fuerza sino mediante una diplomacia silenciosa. Su base es una finca frondosa con vistas al Potomac en Arlington, Virginia, y Jeff Sharlet es el único periodista que ha informado desde dentro de sus muros. La Familia es aproximadamente la otra mitad del poder fundamentalista estadounidense: no sus masas enojadas, sino sus élites sofisticadas.