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LOS MITOS GRIEGOS (ILUSTRADO)

La erudición y la magistral prosa de Graves combinadas dan como resultado una deslumbrante inmersión en los avatares de los héroes y los dioses, a través de una sucesión de mitos que siguen hoy iluminándonos sobre temas eternos como las pasiones, el odio, los celos, la culpa, la ambición, la codicia, el miedo, la traición, los deseos inconfesables... Forjadores de un universo simbólico que ha marcado el imaginario de Occidente a lo largo de la historia, por estas páginas desfilan Zeus, Narciso, Afrodita, Hermes, Atenea, Orestes, las Parcas, Apolo, Poseidón, Dioniso, Perseo, Sísifo, Midas, Teseo, Edipo, Penélope, Heracles... Un delicioso paseo por el mundo de los mitos griegos. Un libro imprescindible en cualquier biblioteca.
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LA INFANCIA DEL CRISTIANISMO

El primer siglo de la historia del cristianismo, que con frecuencia se ha presentado como el simple comienzo de la Iglesia, estuvo marcado en realidad por diferentes momentos cruciales tan inesperados como decisivos: la prematura muerte de Jesús, las apariciones del Resucitado, el establecimiento de los discípulos en Jerusalén, la sacudida causada por los helenistas, la ruptura de Pablo con la Gran Iglesia, la terrible tempestad de los años sesenta, la revitalización del judaísmo por Yohanan ben Zakai y sus discípulos, la exclusión de los minim de las sinagogas hacia 90-100 y la apertura, a comienzos del siglo II, del gran debate sobre la integración del cristianismo en el seno de la sociedad grecorromana. La conciencia colectiva de los cristianos se fue poco a poco constituyendo y enriqueciendo en el curso de estos choques sucesivos. Judíos mesiánicos en sus inicios, los cristianos tomaron progresivamente conciencia de su originalidad en relación con el judaísmo. De lengua aramea, descubrieron la cultura griega y optaron en su mayoría por este nuevo medio. Hacia 125-150, salido del entorno protector del judaísmo, el cristianismo echa a volar con sus propias alas. Ha adquirido el pleno conocimiento de sí del adulto. Del joven tiene todavía la presunción de la que dan prueba los Apologetas y la intrepidez de los confesores que se niegan a toda concesión. Su infancia ha tocado a su fin. Helo aquí dispuesto a afrontar las tempestades de la madurez, que se anuncian rudas.
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