Un clásico sobre la constante transformación del hombre ante la sociedad de la imagen.Nos encontramos en plena revolución multimedia. El homo sapiens, producto de la cultura escrita, se está transformando en un homo videns para el cual la palabra ha sido destronada por la imagen. Y en todo ello la televisión cumple un papel determinante. La primacía de lo visible sobre lo inteligible lleva a un ver sin entender que ha acabado con el pensamiento abstracto, con las ideas claras y distintas.
La acogida excepcional que, hace cinco años, obtuvo la compilación de los artículos aparecidos con el título El dardo en la palabra ha llevado a Fernando Lázaro Carreter a reunir en este volumen los publicados desde 1999 en el diario El País.
Con erudición y agudo sentido del humor, el eminente académico alerta acerca del desconocimiento de los recursos del propio idioma, tan recuente en cuantos gozan de vida pública, y el aluvión acrítico de términos nuevos innecesarios, que hacen peligrar la comunicación entre millones de hispanohablantes. Procurar la estabilidad del español es una labor que corresponde a todos los hablantes con una conciencia crítica. A ellos van destinados estos «dardos».
A finales del siglo IV a. C. Epicuro fundó una escuela filosófica del todo opuesta al idealismo platónico imperante. Desde una perspectiva mucho más empírica y natural, su doctrina reivindicó el papel de los sentidos (única fuente de sabiduría posible) y la búsqueda del placer para alcanzar la felicidad (único objetivo final). Este hedonismo, sin embargo, debía acompañarse de cierta ética, capaz de distinguir placeres buenos (o «naturales», como comer o dormir) y malos (o innecesarios y vanos, como beber sin sed o buscar la lujuria). De aquí la necesidad de la filosofía, cuya práctica defendió Epicuro durante toda la vida: «porque para alcanzar la salud del alma, nunca se es ni demasiado viejo ni demasiado joven».