Más allá de su función comunicativa, el lenguaje ha sido, a lo largo de las épocas, una marca social: un colectivo se ha distinguido del resto, entre otras cosas, por su forma de hablar. Así, la lengua ha contribuido a la diferenciación de clases, la autoafirmación de las élites y la construcción de identidades nacionales.
Desde la temprana Edad Media hasta la Edad Moderna, Peter Burke muestra en este libro las funciones sociales y políticas que el lenguaje ha cumplido en distintos ámbitos culturales representativos. Quién habla, cuándo, cómo y a quién se dirige el hablante son, nos dice Burke, circunstancias en sí significativas que nos dan tanta o más información sobre el contexto histórico de quienes hablan como el contenido de los enunciados que estos pronuncian. Asimismo, el silencio tiene un valor comunicativo propio, cambiante según las épocas, la posición social y los intereses que se persiguen.
Desde la popularización o el rechazo del latín, en tanto medio del discurso del poder, hasta la publicación entre los siglos XVII y XIX de manuales que enseñaban «el arte de la conversación», Peter Burke nos propone, en este lúcido ensayo, una verdadera historia del habla y del silencio.
Una necesaria reivindicación de la confianza, la solidaridad y el pensamiento crítico frente al individualismo y la ignorancia.
David Pastor Vico vuelve, con más fuerza que nunca, a hablarnos de cosas incómodas y necesarias: la desconfianza hacia los otros, el individualismo, la soledad o la precaria educación de las nuevas generaciones. Y lo hace a través de un alegato en favor de los vínculos, el tiempo compartido y la comunión como antídoto a esta era de idiotas en la que vivimos todos.
Retomando el legado de siglos pasados, donde el filósofo no solo era un analista y crítico de la realidad, sino también un agente de cambio social en la academia y en las calles, Vico asume este papel con irreverencia y pasión.
Ha quedado científicamente demostrado que la mayoría de mujeres tienden a sentirse asfixiadas por todos los pensamientos, las emociones y las preocupaciones que se superponen entre ellas sin freno ni control: le dan vuelta y más vuelta a todos los aspectos negativos de sus vidas, piensan en las mil formas en las que podrían haber actuado diferente o por qué no se sienten de una determinada manera. Y tanto rumiar no solo obstaculiza su capacidad para afrontar eficazmente los problemas, sino que también tiene consecuencias nefastas en su estado de ánimo, sus relaciones y su salud.