La crónica negra es un retrato de la sociedad a través de los sucesos que la estremecen. Confluyen en ella nuestros miedos y nuestras pasiones, lo mejor y lo peor de cada uno, nuestras grandezas y nuestras miserias. Pero ¿por qué sentimos esta atracción universal por conocer el detalle de las tragedias humanas? Porque son el puro reflejo de una realidad que no vemos tan lejana y, aunque nos haga sentir incómodos, en el fondo también nos reconocemos en ella. Como apuntan los autores en su introducción: «En la vida y en la muerte hay más preguntas que respuestas, más dudas que certezas. Y el ansia de conocimiento del ser humano, impulsado por el instinto de supervivencia, le lleva a buscar con avidez las claves para descifrar el hechizo y para descubrir, si los hay, los límites de cada uno de nosotros».
Las imágenes generadas por el poder utilizan determinados motivos visuales bajo los cuales se oculta una suma de protocolos interesados que les proporciona su auténtico sentido. Ante esta constatación, los cuarenta capítulos y las dos adendas que conforman El poder en escena responden a la necesidad de ejercer de rastreadores de estos iconos de la esfera pública para descifrar así la naturaleza de estas imágenes que parecen rutinarias y espontáneas, y ante las cuales no solemos interrogarnos. Solo con hacerlo y detenernos en cada motivo para nombrarlo, ya se da un paso decisivo para reconocer su sesgo ideológico. Esos motivos visuales se generan desde el campo de la política, quizá los más notorios por su voluntad propagandística; desde la economía, siempre basados en la ocultación de su poder real; del poder judicial, otro ámbito donde la opacidad es norma; de los cuerpos policiales, que construyen motivos de aparente objetividad; o de algunos rituales sociales que se repiten de manera insistente y enigmática. El hecho de ahondar en los orígenes iconográficos de cada motivo –en el cine, la pintura, la fotografía o la arquitectura y sus posteriores ramificaciones– nos permite cuestionar las formas visuales que los distintos ámbitos de poder utilizan para autorrepresentarse. Y al mismo tiempo sirve para preguntarnos por la génesis y evolución de estas formas, dar testimonio de su falsa transparencia y devolver así una mirada crítica e irónica ante el poder que las genera.
Un libro oportuno que nos conecta con la más rabiosa actualidad de nuestro país y del mundo
Los disfraces del fascismo es una mirada en primera persona que repasa los casos de fascismos —y nuevos fascismos solapados— que atenazan nuestra democracia y la del mundo. Su intención es hablar sobre las esferas más conspicuas tras las que se esconde esa ideología que ha ido mutando desde los años treinta hasta las realidades cambiantes y cotidianas de hoy. Baltasar Garzón realiza un recorrido por algunos casos en los que él ha estado implicado y que esconden, directa o indirectamente, distintos disfraces del fascismo: la cobardía frente a los radicales, los radicalismos intolerantes y populistas, las amenazas extremistas, los favores a los dictadores y los jueces controlados y controladores. También se adentra en otro espacio, el de la acción de las redes y medios serviles al poder al desarrollar acciones propias de regímenes autoritarios bajo el manto de la libertad de expresión.
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