Alguien lo tenía que decir, y quién mejor que una de las pedagogas más reconocidas de nuestro país. Eva Bach alza la voz para advertirnos del caos que impera en el ámbito de las emociones, donde actualmente influencers y gurús, a menudo sin titulación o experiencia, propagan todo tipo de consignas y recetas muchas veces carentes de fundamento, que distorsionan la visión de las emociones, nos impiden entenderlas y atenderlas sanamente, y hacen que continuemos siendo sociedades emocionalmente enfermas o inmaduras. Para prevenirnos, Eva identifica distintas «educaciones emocionales» que ni educan ni son sanas, y deshace treinta malentendidos y disparates que circulan temerariamente y a todo gas por las redes sociales. Eva les da la vuelta, uno por uno, y nos ofrece una brújula brillante, delicada y muy necesaria, con las claves para una transmisión y un crecimiento emocional sanos, «para que tus emociones te inspiren, y no te engañen ni te manipulen».
Las desheredadas aborda los siglos XVIII y XIX, una época crucial en la historia de Occidente, germen de la que vivimos hoy. Es el tiempo de pintoras como Élisabeth Vigée Le Brun o Adélaïde Labille-Guiard; de las ilustradas lady Mary Montagu o la duquesa de Osuna; de científicas como la marquesa de Châtelet y Ada Lovelace; de las revolucionarias traicionadas como Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft; de escritoras como Mary Shelley, las Brontë o Emilia Pardo Bazán; de las primeras feministas como Flora Tristan, Concepción Arenal o Rosario de Acuña; de las impresionistas como Berthe Morisot o Camille Claudel... Se dedicaron a las artes, al pensamiento, lucharon por la libertad y los derechos de los más desfavorecidos, pero la burguesía ilustrada y liberal acabó imponiendo el relato oficial. Y en él no hubo cabida para ellas. De ese rechazo nacería el feminismo, que iniciaba entonces su carrera imparable.
Hay ciudades que al nombrarlas estamos en ellas y las inventamos según la medida de nuestros deseos. José Carlos Llop ha ido a Vladivostok tantas veces como ha escrito su nombre; allí en tiempos finalizaba el Transiberiano; por ella se acuerda de Blaise Cendrars o de Miguel Strogoff, el correo del zar que, según Jules Verne, debía entregar su carta en Irkutsk y nunca llegó a Vladivostok. Puede ser una ciudad imaginaria, en la que se vean reflejados nuestros deseos, ensoñaciones y anhelos. La atmósfera literaria de estos artículos recogidos en Vladivostok, antología de sus «Terceras» publicadas en ABC entre 2006 y 2017, destaca por un estilo elegante y una ironía delicada e inteligente.