El mal no es algo novedoso; ha vivido entre nosotros desde tiempos inmemoriales. Pero hay algo nuevo en el tipo de maldad que caracteriza nuestro mundo contemporáneo líquido-moderno: se ha vuelto más penetrante, menos visible, pues se oculta en el tejido mismo de la convivencia humana, en el curso de su rutina y reproducción cotidiana. En su forma actual, el mal es difícil de detectar, desenmascarar y resistir. Nos seduce por su ordinariedad, para luego asaltarnos sin avisar, golpeando aparentemente al azar. El resultado es un mundo social comparable a un campo minado: sabemos que está lleno de explosivos y que las explosiones ocurrirán tarde o temprano, pero no tenemos ni idea ni dónde ni cuándo ocurrirán.
En Maldad líquida, Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis guían al lector a través de este nuevo terreno en el que el mal se ha vuelto más cotidiano, pero más insidioso, y que amenaza con despojar a la humanidad de sus sueños, sus proyectos y del poder de disentir en el momento en que más se necesitan.
Benjamin Constant publicó su opúsculo De la responsabilidad de los ministros en 1815. Existe una segunda edición de 1817. El texto apareció pocos meses después de la promulgación de la Carta constitucional de 4 de junio de 1814, llamada a regir en Francia tras la restauración borbónica. La intención del autor fue seguramente contribuir a que ese texto constitucional fuese interpretado y aplicado a la luz de la experiencia de la Inglaterra de su tiempo, de manera que sirviera de base para un régimen auténticamente liberal y, por consiguiente, alejado tanto de la reacción absolutista como del autoritarismo jacobino y bonapartista. Así, Constant expone la teoría y la práctica inglesas en materia de responsabilidad ministerial, que se condensan en la institución del impeachment. Su idea central es que la responsabilidad ministerial es una condición indispensable para la existencia de un régimen liberal. Sin embargo, desde un punto de vista intelectual y más allá de la intención política, el principal problema era que la idea misma de responsabilidad de los ministros distaba de ser nítida, incluso en aquella época.
En las sociedades modernas, la educación ha resultado esencial en las políticas socializadoras aplicadas para crear un corpus común con el que configurar los estados-nación actuales. Pero no en todos ellos ha tenido la misma relevancia. ¿Por qué en España no fraguó la construcción nacional de manera análoga a como ocurrió en Francia, Alemania o Italia, donde la escuela pública tuvo un papel tan decisivo? ¿Por qué la escuela pública, a lo largo de sus doscientos años de existencia, no ha sido un instrumento socializador eficaz en el Estado español?