Manuel E. Tavares S. narra los últimos 70 años de la República Dominicana, a veces remontándose a tiempos aún anteriores a su nacimiento. Descendiente de uno de los padres de la Patria, esta es la historia de un empresario multifacético y de un país. Y también el testimonio de quien, teniendo cientos de oportunidades, eligió, como Henry Thoreu, el camino menos fácil, donde La Española es una metáfora del bosque que orilla al lago de Walden.
En Los intrusos, Carlos Manuel Álvarez se sumerge en la reciente protesta organizada en La Habana por el Movimiento San Isidro, que reunió a más de doscientos artistas, intelectuales y activistas cubanos. En noviembre de 2020, el régimen de la isla encarceló al rapero Denis Solís, lo que generó un acuartelamiento pacífico, respuesta cívica inédita que parece haber cambiado de modo irreversible el mapa político sentimental del país.
Mezcla de reportaje, testimonio, perfil y memoria, el libro retrata las vidas de los participantes en este evento y también la experiencia íntima del autor con la Stasi cubana como parte de la vorágine social compartida por aquel grupo disidente. A la vez, explora algunas categorías muy pertinentes en la isla: revolución, dictadura, lenguaje y totalitarismo.
El castrismo se entiende aquí no solo como una expresión de poder autoritario, sino también como un hábito, una cultura, una doctrina que configura emocional e intelectualmente. «Quiero creer que el libro propone una estética de la militancia en el riesgo», ha dicho el autor, al tiempo que plantea una reflexión sobre el rol del periodismo, la escritura y el arte.
Febrero de 2022. Pável Filátiev tiene treinta y tres años. Es ruso. Está contratado en las fuerzas de asalto del Ejército. Un día reciben la orden de partir. No saben adónde van ni cuál es su misión. Entre rumores e indicios, a medida que marchan formando una columna de vehículos armados, marcados con una «Z», la realidad va revelando, día a día, la verdad de su misión: ellos, el Ejército de Rusia, están cruzando la frontera con Ucrania y avanzan hacia Jersón.
Dos historias convergen en este acto de confesión y de rebeldía, en esta crónica bélica y sentimental: la primera es la de un soldado que se va adentrando en la primera línea del frente (al desconcierto y la falta de información, se suma la precariedad de las condiciones en las que se encuentran), y la segunda transcurre a su regreso, dos meses después, cuando se topa con otro frente: el de una sociedad civil en la que la palabra guerra no existe y la televisión emite propaganda y falsedades, mientras la vida sigue y nadie parece hacer frente a la corrupción y al poder.
Este crudo y trágico relato en primera persona –la primera y hasta ahora única crónica directa de la invasión escrita por un soldado ruso, y por lo tanto, la única que describe las condiciones del Ejército ruso y lo que este hizo durante las primeras semanas de la guerra– posee el valor del testimonio inmediato, aún candente, de un conflicto que continúa.