Conservar los recuerdos es conservar lo que ha dado sentido a nuestra existencia, pero, a veces, por una enfermedad como el Alzheimer o por algún trauma psíquico o físico, notamos que nuestros recuerdos se desvanecen y que aquello que tanto queríamos se nos hace ajeno. Si hacemos un rápido paseo por nuestro pasado, veremos que los recuerdos que se mantienen más vivos en nosotros son aquellos que estuvieron vestidos, para bien o para mal, con buenas dosis de sensaciones, bien sea por emociones o por que la circunstancia era más de sentir que de pensar. El autor nos invita a jugar con una serie de sensojuegos que nos ayudarán a vestir con sensaciones todas nuestras experiencias pasadas y presentes, con el fin de que nuestro cerebro refuerce el archivo de cada vivencia con dichas sensaciones y así su recuerdo se mantenga más vivo en el tiempo. Los sensojuegos están ordenados para que estimulen y vistan con sensaciones todos nuestros niveles de relación: los que tenemos con nosotros mismos, los que mantenemos con los demás y los que nos refleja y expresa nuestro entorno natural.
Escrito en 1959, en plena Guerra Fría, este texto se publicó en un esfuerzo por «evitar la catástrofe que supondría una guerra con bombas de hidrógeno a gran escala». Casi sesenta y cinco años después, la posibilidad de un conflicto nuclear es nuevamente una amenaza verosímil, y el agudo análisis de Bertrand Russell acerca de este tan absurdo y sin embargo tan humano anhelo autodestructivo vuelve a ser de escalofriante actualidad.
El viaje con el que arranca este maravilloso libro evoca la primera de tantas fugas de Arthur Rimbaud, en 1870, huyendo de su madre. Para el autor de Iluminaciones y Una temporada en el infierno, la vida se organiza en movimiento, el estado supremo de la poesía. Sylvain Tesson, que comparte con él la naturaleza inquieta del caminante, sigue los pasos del enfant terrible desde sus primeros versos en latín hasta las ansias de aventura que lo condujeron a Abisinia. Rimbaud se movió sin descanso, cambiando constantemente de punto de vista. Escapó de las Ardenas, pasó por salones parisinos de los que no quiso formar parte, persiguió el amor en Bélgica, vagó por Londres y se aventuró a morir en las pistas de tierra africanas.
Un verano con Rimbaud recorre paisajes reales e imaginarios y se adentra en expresiones y versos del poeta como su conocido «yo es otro», que permite reflexionar sobre la escisión del sujeto moderno, o su famoso poema de las vocales. Tesson comprende como nadie su necesidad de desplazarse, propone una interpretación sutil y elegante de sus versos y aviva en el lector el deseo de conocer o reencontrarse con una obra escasa pero salvaje.