Rescate de un escrito autobiográfico de Arthur Koestler, cuya figura es primordial para entender el siglo xx. Relata la caída de Francia en manos de los nazis en 1940 y expone las consecuencias fatales que conllevan el fascismo y el derrumbe del orden democrático.
La creciente angustia reflejada en estas páginas, que narran en tiempo presente el avance de las tropas alemanas, la derrota de una Francia dividida y la vergonzosa capitulación, es la del propio autor. Arthur Koestler, atrapado en el cruel laberinto burocrático francés, reunía todas las condiciones de las futuras víctimas del poder nazi: refugiado político, apátrida, desencantado del comunismo pero activo militante de izquierda, periodista precario, judío agnóstico…
La sorpresa de Koestler ante la brusca descomposición política y social francesa es para nosotros una señal de alerta acerca de lo fácil que es perder las libertades.
Además de ser un testimonio de incalculable valor histórico y literario, en el drama de la inesperada y veloz caída de Francia que narra Koestler se cifran muchas enseñanzas para nuestro tiempo. Y una verdad incontrovertible: ante el poder del Estado totalitario todos somos escoria de la tierra.
La percepción generalizada de que la vida va más deprisa que antes ha arraigado en nuestra cultura, y solemos culpar de ello a los smartphones y a Internet. Pero ¿acaso no es el único propósito del smartphone proporcionarnos un acceso tan rápido a las personas y a la información que nos libere para hacer otras cosas? ¿No se supone que la tecnología debía facilitarnos la vida? En Esclavos del tiempo, Judy Wajeman explica por qué a partir de nuestras experiencias con la tecnología digital deducimos de forma inmediata que esta acelera inexorablemente la vida cotidiana. La autora argumenta que no somos menos rehenes de los dispositivos de comunicación, y que la sensación de andar siempre apurados es el resultado de las prioridades y parámetros que nosotros mismos establecemos. De hecho, estar siempre ocupados y llevar una vida ajetreada ha pasado a tener un valor positivo en nuestra cultura basada en la productividad.
La manera más peligrosa de engañarse a sí mismo es creer que existe una sola realidad. De hecho, existen innumerables versiones y pueden llegar a ser muy opuestas entre sí. Todas ellas son el resultado de la comunicación. Paul Watzlawick afirma que en las relaciones humanas y en la interpretación de las mismas no existen verdades sencillas, y que lo «normal» en una cultura , y más aún en culturas diferentes, es que no se dé la uniformidad, sino la diversidad de formas de acción e interpretación de los individuos concretos. Con ello, lo que es real para unos, puede que no lo sea para otros. Con un estilo ameno y coloquial y con numerosos ejemplos tomados de los más diversos campos, el autor nos describe, expone o traduce a un lenguaje fácilmente comprensible los complejos problemas de la concepción de la realidad y de la acomodación a la misma.