La raíz y causa principal de la historia de la humanidad tanto en sus aspectos positivos como negativos es el carácter dual y antitético que caracteriza sin excepción al hombre, esto es, su inclinación tanto al bien como al mal. Este dualismo individual es asimismo la clave para explicar y comprender el dualismo colectivo que ha existido siempre y las luchas que han surgido una y otra vez entre las diversas clases y estratos sociales. Partiendo de esta tesis, Heleno Saña reconstruye en su nuevo libro los conflictos de la más diversa especie que se han dado en todos los ciclos históricos, tipos de sociedad y civilizaciones desde los tiempos más remotos a hoy.
Consecuente con su concepción dualista del hombre y de la historia, el autor rechaza como dogmáticas y unilaterales las visiones edificantes de la historia, a la vez que rechaza las concepciones pesimistas que niegan al hombre la capacidad de aprender de sus errores y buscar modos de vida y una tabla de valores capaces de poner en pie un modelo de sociedad lo más humano y justo posible. El camino a seguir para alcanzar esta meta es el de combatir, a través de la reflexión y el examen de conciencia, sus inclinaciones egoístas y potenciar lo que en él anida de noble y altruísta.
Pedro Baños nos ofrece una sorprendente imagen de los elementos con los que se ejerce el dominio mundial, un enfoque no exento, como ya sucediera en el libro anterior, de un rigor intelectual e histórico. Acompañado de ilustraciones para visualizar de manera sencilla referencias y datos, El dominio mundial complementa a Así se domina el mundo y vuelve a hacer las delicias de quienes deseen conocer cómo funciona realmente el poder internacional.
Más allá de un régimen político, la democracia consiste en la vitalidad de la sociedad civil, que exige superar el individualismo. Alvira reivindica la libertad del ciudadano, entendida como responsabilidad y capacidad de acción respecto a lo común.
La democracia es vitalidad y pujanza de la sociedad civil, y exige personas nobles, no individualistas, que antepongan el servicio al propio interés. La verdadera democracia no excluye toda aristocracia. Más bien al contrario: la necesita. El empresario, entre otros, forma parte de ese núcleo humano, y su empresa es, como tal, una institución social. Conforma lo social. Para que la democracia engendre libertad y no solo independencia privada, necesita reinventar su aristocracia: personas que resistan al poder supremo compartiendo con él la responsabilidad por el bien común.