Pese a que muchos así lo consideremos, no es lo mismo emoción que sentimientos. Las emociones son vivencias con rostro (miedo, ira, alegría, tristeza, asco, y sorpresa) y las podemos distinguir físicamente. No se aprenden, forma parte de nuestra herencia biológica y son reconocibles por cualquier persona en cualquier parte del mundo. Un ciego de nacimiento nunca ha visto una expresión de miedo o alegría, pero la expresará de una forma común a todos nosotros. Cuando esas emociones básicas se mezclan, se tramitan en el cerebro, se convierten en sentimientos (amor, fe, orgullo, culpa?). Éstos son menos intensos que las emociones, pero mucho más duraderos.
Colombia, en los años noventa, era un país sumido en el caos con un gobierno débil que combatía a la guerrilla y a los narcotraficantes inmersos en una guerra liderada por Pablo Escobar y sus eternos rivales: los hermanos Rodríguez Orejuela, del cartel de Cali. Jorge Salcedo, ingeniero, oficial de la reserva del ejército, un hombre de negocios respetado, padre de familia, que despreciaba a Escobar, entró a formar parte del cartel de Cali para convertirse en el jefe de seguridad de uno de los capos. Salcedo pretendía ignorar la corrupción, la violencia y la brutalidad que lo rodeaba, y luchó por preservar su integridad con grandes dificultades, hasta que un día recibió una orden directa del padrino que no podía cumplir pero tampoco desobedecer. Salcedo comprendió entonces que su única salida era traicionar al sindicato del crimen más rico y poderoso de todos los tiempos, arriesgarlo todo e intentar derrotar a los de Cali en un juego a vida o muerte en el que eran muy pocas las posibilidades de ganar.
La Oficina Federal de Investigación estadounidense se fundó hace un siglo y en pocos años se convirtió en un servicio de inteligencia a disposición de las necesidades políticas de los presidentes republicanos y demócratas y de sus gobiernos. Durante cerca de cincuenta años, bajo la dirección de J. Edgar Hoover, la agencia actuó con total impunidad y cometió tremendos abusos de poder en nombre de la libertad, la democracia y la justicia. Arrestos y detenciones ilegales, escuchas, robos, espionaje, todo estaba permitido para luchar contra los enemigos del Estado. Basándose en setenta mil documentos recientemente desclasificados, cientos de entrevistas y materiales no disponibles hasta el momento, el autor desvela datos sorprendentes, desacredita viejos mitos sobre el FBI y cuestiona las técnicas de vigilancia que violan las libertades individuales en pro de la seguridad nacional.