La «Historia del pensamiento» de Jesús Mosterín está integrada pdr libros monográficos autónomos, que se caracterizan por la frescura de la mirada, el enfoque interdisciplinar, la relevancia actual, la lucidez del análisis y la claridad de la exposición. En su conjunto, la serie ofrece una panorámica única y completa de la evolución de las ideas filosóficas, religiosas, científicas y políticas, situadas en su contexto social. El volumen dedicado al Helenismo presenta las ideas de esta etapa de madurez intelectual y globalización cultural del mundo antiguo, y en especial las tres grandes filosofías del epicureismo, el estoicismo y el escepticismo, que siguen ofreciendo otros tantos modos clásicos de enfrentarse a la vida. La ciencia rigurosa, soñada como un ideal por los filósofos de la Hélade, sólo fue llevada a la práctica en instituciones como el Museo de Alejandría por científicos geniales, como Euclides, Arquímedes, Apolonio, Aristarco, Eratóstenes e Hiparco, cuyas aportaciones aquí se relatan.
Publicada originalmente en 1941, las numerosas ediciones de la Historia de la filosofía de Julián Marías son la mejor prueba de la continuada vigencia de esta obra ya clásica. En el prólogo a la primera edición, Xavier Zubiri vaticinó que esta obra representaría para los estudiantes «un instrumento de trabajo de considerable precisión, que les ahorrará búsquedas difíciles, les evitará pasos perdidos en el vacío y, sobre todo, les hará echar a andar por el camino de la filosofía». La presente edición incluye además un esclarecedor ensayo de Harold Raley sobre esta obra de Julián Marías.
«En nuestros días, después de subir las cuestas del Palatino y atravesar el caos de ruinas de lo que un dpia fue el palacio de los emperadores romanos, se llega a una angosta plataforma que domina el valle del Tíber. Ésta, antiguamente cubierta por tierra que traían las lluvias y por toda clase de desechos, hoy está despejada, y en el suelo aparecen los vestigios de una singular aldea que se levantaba en este lugar hace casi tres mil años. Esta aldea, que quizá comprendiera unas decenas de modestas cabañas hechas con ramas entrelazadas y sostenidas por postes de madera, es todo lo que queda de la Roma más antigua.»