«En el principio existía el verbo». Esta frase, con la que comienza el Evangelio según San Juan, es clave en las enseñanzas de la Iglesia cristiana y ha sido determinante para el arte, la literatura y el lenguaje occidentales.
Sin embargo, en los años posteriores a la muerte de Cristo no hubo ni una sola palabra, ni consenso alguno sobre quién era Jesús o por qué había sido importante. Hubo muchos Jesuses diferentes, entre ellos uno agresivo que despreciaba a sus padres y paralizaba a quienes se le oponían, otro que vendió a su gemelo como esclavo y alguno más que hizo crucificar a alguien en su lugar.
¿Por qué sabemos tan poco acerca de estas primeras versiones de Jesús? Porque, a partir del siglo IV d.C., la forma ortodoxa de cristianismo que se había vuelto preeminente se dedicó a eliminar sistemáticamente cualquier otra variación, denunciando sus evangelios como apócrifos y a sus seguidores como herejes. Estos desafortunados cristianos perdieron sus derechos, sus propiedades, sus iglesias y, no pocas veces, incluso sus vidas. En Herejía, Catherine Nixey recupera esas extraordinarias historias de contingencia, azar y pluralidad.
Cristóbal Colón tuvo dos hijos: Diego, nacido de su matrimonio con la portuguesa Felipa Moniz, y Hernando, el bastardo fruto de su relación con la cordobesa Beatriz de Arana en los años en que,ya instalado en Castilla, el genovés intentaba ganar el patrocinio de los Reyes Católicos para suproyecto descubridor. Al primogénito le legó sus títulos y los derechos contractuales pactados enlas Capitulaciones de Santa Fe; al menor la inteligencia, una determinación inquebrantable y el mandato de defender los privilegios y el nombre de los Colón Hernando, conocido como uno de los cortesanos con mayor erudición de las cortes europeas, se enfrentará no solo al poder, primero del rey Fernando el Católico y después del emperador CarlosI, con quien paradójicamente le unió la amistad, sino a funcionarios creadores de una red clientelar en torno a los beneficios económicos que deparaban las Indias.
La serie completa Taiheiki eiyūden (1867) —Héroes de la Gran Pacificación―, de Utagawa Yoshiiku (1833-1904), consta de cien estampas de heroicos guerreros de la historia japonesa, hombre dignos de admiración tanto en la victoria como en la derrota; en el triunfo o en el fracaso. Son los cien principales protagonistas del periodo Sengoku (finales del s.XV - finales del s.XVI), agitada época de guerras civiles, sangrientas batallas y presencia constante de la muerte. Son también los cien artífices de la unificación de Japón bajo el gobierno de los Tokugawa y del largo y estable periodo Edo (1603-1867).