La Edad Media no fue esa época oscura llena de mugre, fanatismo y dragones (ojalá lo de los dragones fuera cierto) que te ha contado el cine, sino un periodo fascinante, diverso y crucial para la historia de la humanidad y para entender de dónde venimos. El youtuber y escritor Andoni Garrido desgrana los mil años de historia medieval en Europa con su particular estilo riguroso a la par que desternillante y desvela las filias y las fobias de unos monarcas que querían reinar mucho, pero, a veces, no mandaban ni en su casa.
De la llegada de los visigodos a la unión dinástica de los Reyes Católicos, Castillos y Catapultazos pone el foco en los hechos y personajes de la Península ibérica y en la noble tarea de destruir los mitos y bulos que rodean el periodo. Ni los medievales pensaban que la Tierra, ni la Iglesia era un obstáculo para los avances tecnológicos, ni, por supuesto, ser el más sucio del barrio era un deporte nacional. Y sí, hubo cruzadas, inquisiciones y peste negra, pero también catedrales que aún nos dejan boquiabiertos, literatura que sigue inspirándonos y una ciencia en ciernes que sentó las bases de lo que vendría después.
México es uno de los lugares más peligrosos en el mundo para ejercer el periodismo.
En nuestro país, a muchos periodistas ocupados en la cobertura de temas locales se les hostiga, amedrenta y asesina por tomar postura sobre las injusticias que revelan, por señalar el abuso del poder y por dar voz a las inquietudes de su comunidad. Alejandra Ibarra expone en este libro una verdad trágica que llena de dolor e indignación: a numerosos comunicadores en México no se les mata por censura,sino como una forma de castigo por incursionar en la participación política, por señalar la impunidad y corruptelas de funcionarios, alcaldes o aspirantes a gobernadores, por invitar a los ciudadanos a tomar conciencia de los engaños de funcionarios públicos y de las atrocidades del crimen organizado. Y son estos periodistas, que no tienen la atención de los grandes medios de comunicación, a quienes nadie defiende ni se solidariza con su causa, quienes dan su vida por una sociedad mejor.
Durante muchos años, Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, quedó sepultada bajo demasiados estereotipos que no hacían justicia a un personaje fascinante. Este libro rescata a la mujer y al icono que marcó una época, se convirtió en una de las personas más famosas y admiradas del mundo y contribuyó, como pocas, a abrir España a la modernidad. Ella fue el mejor exponente de una aristocracia que se codeaba con escritores y artistas, que abrazaba la cultura y la moda, y que disfrutaba de una vida cosmopolita con amistades por todo el mundo. También fue una mujer que entendió que los títulos no son un privilegio, sino una responsabilidad, y se entregó a miles de obras benéficas.
La duquesa vivió una vida de novela y por estas páginas aparecen paisajes y personajes irrepetibles: de Winston Churchill a la reina Victoria Eugenia o el diseñador Yves Saint Laurent, de Jackie Kennedy a Grace Kelly o Audrey Hepburn, de la Inglaterra de la Segunda Mundial al St. Moritz donde se reunían Onassis y Jean Cocteau, de la España de la dictadura al Estoril del exilio y el Estados Unidos del cine de Hollywood.
Cayetana fue testigo de excepción de momentos históricos decisivos y ella también, discretamente, contribuyó a muchos. Aunque muy pocas veces se haya explicado como merece su implicación directísima en algunos episodios clave de nuestra historia reciente. Hasta ahora.
«Ceder no es consentir». Esto pareciera evidente. Sin embargo, es necesario delinear la frontera entre «ceder» y «consentir», pues en ocasiones puede darse una peligrosa proximidad entre ambos.
«Ceder no es consentir». Esto pareciera evidente. Sin embargo, es necesario delinear la frontera entre «ceder» y «consentir», pues en ocasiones puede darse una peligrosa proximidad entre ambos. El consentimiento, de hecho, siempre implica un riesgo: nunca puedo saber de antemano a dónde me conducirá. ¿Podría ser entonces que el consentimiento dejara la vía libre a la coerción? La experiencia de la pasión, la angustia en la relación con el otro y la obediencia al superyó desdibujan la frontera entre el consentimiento y la coerción dentro del propio sujeto.
Recuperamos Ceguera moral, de Zygmunt Bauman y Leonidas Donskis, un libro de dos grandes referentes de la filosofía de nuestra época.
El mal no se limita a la guerra o a las circunstancias en las que se actúa bajo una presión extrema. Hoy en día se manifiesta con más frecuencia en la insensibilidad cotidiana ante el sufrimiento de los demás, en la incapacidad o el rechazo a comprenderlos y en el desvío casual de la mirada ética.
En una vida en la que los ritmos están dictados por las guerras de audiencia, la banalización de la cultura y un consumismo acérrimo, rara vez tenemos tiempo para detenernos a considerar temas importantes, por lo que corremos el grave riesgo de perder nuestra sensibilidad ante los problemas de los demás.
Esta indagación sobre el destino de nuestra sensibilidad moral será de gran interés para cualquiera que se preocupe por los cambios más profundos que están moldeando silenciosamente nuestras vidas.
Marcel Proust no habría llegado tan lejos en la escritura de su obra maestra sin la ayuda de una persona en la sombra: Céleste Albaret. Ella lo atendió con mimo y devoción durante nueve años hasta el mismo día de su muerte. Ingenua, pero a la vez inteligente y refinada, y dotada de una infinita paciencia e intuición, Céleste hizo las veces de secretaria, mensajera, sirvienta, madre y fuente de inspiración. Pronto Marcel y Céleste se hicieron indispensables el uno para el otro: una relación que no estuvo exenta de asperezas y que derivó en una amistad profunda y muy fructífera.
Chloé Cruchaudet traza el retrato íntimo y apasionado de una mujer única y capta de manera inigualable la magnética atmósfera de un tiempo perdido.