Diarios en la vieja rectoría es un acercamiento al primer año de convivencia del célebre escritor Nathaniel Hawthorne y su esposa Sophia, cuando, recién casados, se instalaron en una casa de Concord. Es también la exploración de un entorno aún por descubrir, de un paisaje, natural y cultural, donde coincidieron personalidades tan destacadas como Thoreau y Emerson, figuras capitales del pensamiento trascendentalista. Esta filosofía, surgida en parte como reacción al impacto que tuvo la Revolución Industrial sobre la naturaleza y el orden social, se manifiesta en estas páginas en esa forma a veces sobrecogida, a veces exaltada, con que el matrimonio cuida cada retazo del jardín, los frutos de la tierra y las orillas del río que pasa junto a su hogar, en lo que supone una lección moral, elegantemente descrita y con una profundidad tan sabia como enternecedora, para nuestros días.
Segundo tomo de esta saga del padre del cyberpunk.
Enviaron un sabueso explosivo en busca de Turner por Nueva Delhi, cargado con sus feromonas y el color de su pelo.
Las zaibatsu Biolaboratorios Maas y Hosaka se enfrentan por la dominación mundial, mientras mercenarios como Turner o vaqueros del ciberespacio como el Conde Cero no son más que peones de un juego que escapa a su comprensión: útiles, pero prescindibles en última instancia.
Cuando Turner despierta en México con un nuevo cuerpo y junto a una mujer bonita, sus jefes corporativos le dejan recuperarse durante un tiempo para luego reactivar su memoria y hacer que lleve a cabo una misión aún más peligrosa que la que estuvo a punto de matarlo. El diseñador jefe de Biolaboratorios Maas dice que quiere desertar a Hosaka, y el trabajo de Turner es que lo consiga sano y salvo.
Conde Cero es un contrabandista de datos del extrarradio, y no está preparado para lo que le ocurre cuando la deserción del diseñador hace estallar una guerra en el ciberespacio. Se ve rodeado por dioses vudú de la red y ángeles de los programas, y su única esperanza es que las megacorporaciones y los superricos estén muy ocupados en el mundo virtual, tanto como para no percatarse del pirata informático novato con ese equipo del mercado negro que intenta sobrevivir a toda costa…
Cuando Mary escribió esta historia era una jovencita de dieciocho años. En el verano de 1816 —escribió Mary en la introducción a su libro— visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de lord Byron. Esta vecindad dio lugar a una serie de reuniones en las que se contaban y leían historias fantásticas y de terror. En una de esas veladas, lord Byron propuso a todos sus invitados que escribieran una historia de fantasmas. Y de esta propuesta surgió Frankenstein.
La Divina Comedia está organizada en tres grandes cánticos, «Infierno», «Purgatorio» y «Paraíso». Se trata de una alegoría en la que el hombre, enfrentado a sus propios pecados y tras asistir a la paulatina purificación de los mismos, alcanza en plena liberalización espiritual, la contemplación del origen y fuente de todo saber y toda perfección.
Volver a contar reúne a algunas de las voces más potentes de la literatura contemporánea para debatir sobre el lugar y significado de los museos en la actualidad.
Una mirada nueva y retadora sobre las colecciones de museos, que usa ficciones y posiciones personales para visibilizar vínculos entre colecciones y comunidades locales, esbozando así discusiones sobre colonialismo, estudios de género y culturas originarias.
El Centro Santo Domingo del Museo Británico (SDCELAR) y el Hay Festival invitaron a diez escritores latinoamericanos a un experimento donde cada uno seleccionó una pieza −o un conjunto− para inspirar una novedosa narración. Los autores se acercaron a la tarea con su particular mirada a los objetos y colecciones que proceden originariamente de América Latina. El resultado son textos híbridos que exploran, desde estilos y tonos muy distintos, los orígenes del continente americano y su relación con Europa.
Esta no es una antología de relatos, es un trabajo de narración conjunta que explora vacíos que quedan en el discurso oficial: volver a contar, desde la literatura, lo que fuimos, lo que somos y, quizá, lo que seremos.