La historia de la humanidad está llena de cosas perdidas, relegadas al olvido en ocasiones, o destruidas por el hombre o la erosión de los días. Algunos de esos dispares objetos, reales o imaginarios, quedan recogidos e inventariados en este libro: los enigmáticos fragmentos que han pervivido de los poemas de Safo, el Palacio de la República de Berlín, el tigre del Caspio o el supuesto esqueleto de un unicornio. Una obra cautivadora e inclasificable que nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el significado de la perdida y el papel de la memoria a traves de la evocación de doce tesoros que el mundo ha perdido para siempre, pero que, gracias al rastro que dejaron tras de sí, en la historia, la literatura y la imaginación, tienen una segunda vida.
El narrador de la novela es, como el propio Dostoievski, un escritor cuya primera obra le ha valido reconocimiento, pero que, poco amigo de la sociedad y de la adulación, parece incapaz de proseguir su carrera. Está enfermo y ha aceptado, además, la perdida del amor: Natasha, la joven a la que amaba, se ha fugado con Aliosha, hijo del príncipe Válkovski, contra la voluntad de los padres de ambos. El padre de Aliosha, un hombre maquiavelico y cruel, quiere casarlo con una rica heredera, y no permitirá que nadie arruine sus planes; el padre de Natasha, que, por ende, tiene un pleito con el príncipe, cree que su hija ha llevado el oprobio a su familia y la maldice. Nietzsche decía que Dostoievski era "el único psicólogo del que tenía que aprender algo" y en esta novela asistimos en verdad a un insólito y sorprendente análisis de los recovecos de la bondad y el perdón, de la soberbia y la maldad.