El abuelo ha muerto y Ana regresa a su hogar después de diez años de ausencia. De lo que fue el pueblo de su infancia, apenas queda ya nada reconocible. La casa familiar ha quedado aislada entre los ranchos vacíos, y no tardarán en venderse todos los terrenos de cultivo. Volver supone el reencuentro con su madre y su abuela, y también la recomposición de una relación rota. En el proceso de venta de la granja, Ana revive la historia del pueblo y su propio pasado, y se enfrentará a recuerdos con los que debe construir su nueva vida. Durante esos días, la abuela, que anda un poco perdida, le pide ayuda y le confiesa un secreto. Cuando nadie nos nombre es una novela profunda, con una atmósfera y un compás propios, sobre aquellas cosas que olvidamos durante unos años y tiempo después afloran y nos interpelan. Luciana Sousa escribe con palabras que son imágenes y sensaciones y que dan vida a una historia familiar marcada por los silencios.
Después de trece años sin escribir ni publicar poesía, Carlos Marzal regresa al género con un nuevo poemario. Un libro donde se entrevera el himno y la elegía; porque, como el autor ha señalado en alguna ocasión, «todos los poetas celebran la vida y la lloran al mismo tiempo, todos escribimos a la vez una oda y un planto que tienen como destinatario la existencia».
En su sentido etimológico, la ευφορία (euforia) constituye una fuerza que ayuda a sobrellevar, un arte del buen resistir, y en ocasiones remite a la abundancia y la fecundidad. En nuestros días, el significado de la palabra «euforia» nos evoca alegría y bienestar, en ocasiones extremos. La poesía de Carlos Marzal se ha caracterizado desde hace tiempo por aunar entusiasmo hacia lo que la suerte nos depara y la aceptación estoica de nuestro destino.
El escritor Leonardo Bazán es testigo involuntario del asalto a una casa vecina. No es un robo usual: lo lleva a cabo una banda organizada, con una logística sofisticada, y hasta un patrullero de la Policía Científica. Pero lo que más perturba a Bazán es el recuerdo de una experiencia similar -de la que también fue testigo junto a sus padres- ocurrida en esa misma casa en 1976, a poco de iniciada la dictadura militar en la Argentina. El trauma de aquella noche pareció caer en el olvido; pero ahora Bazán siente que debe escribir para entender y salvarse. ¿Cómo actuaron exactamente él y sus padres y cómo juzgar hoy esas reacciones? ¿Cómo es posible que una estructura criminal, montada décadas atrás, todavía exista y que la gente siga reaccionando de la misma manera, con el mismo miedo?
Una carta sorprende a Lucrecia. Entre frases iracundas contra el trabajo y el mito del progreso Vita, su tía recién fallecida, encriptó el mapa de un tesoro enterrado en medio de La Pampa. Poco a poco, esa voz y la sucesión de acontecimientos descabellados que desencadena trastocan sus costumbres mundanas y su férrea disciplina laboral.
Irónica y corrosiva, sin perder el sentido del humor ni por un instante, Cristoff revela el extractivismo vital que subyace en tantas prácticas contemporáneas. Del mail a la autobiografía, de la crónica de viajes al retrato y el telegrama, del teatro al cancionero anarquista, la novela se va armando en una superposición de personajes, formatos y géneros al modo de los números de las ferias o los circos ambulantes. Preciosamente escrita, Derroche es una brillante sátira social que homenajea a la picaresca y convoca a una fiesta de los insurrectos.
«Se expuso al pasmo de las lunas y a la insolación en los desiertos de salitre, a vendavales y tormentas eléctricas, vivió aguaceros interminables bajo las enramadas de la selva, probó la electricidad de los gimnotos y succionó venenos de serpiente, estuvo a punto de ahogarse en los raudales del Orinoco y en las tormentas de Barú, sintió el abismo desde el lomo de las mulas en los desfiladeros del Quindío, afrontó los escorpiones del Cauca, las ranas venenosas de Dagua, las noches de mosquitos del Magdalena, y no solo volvió más fuerte a Europa, sino que disfrutó por décadas de una salud tan envidiable, que hubo quien pensó que aquel baño de peligros lo había inmunizado contra la muerte».
«Su apellido figura en la historia médica de cientos de miles de niños y niñas de todo el mundo. Las enciclopedias lo recuerdan como un pediatra reconocido por sus tempranos estudios sobre desórdenes psicológicos en la infancia. Sin embargo, la biografía de Hans Asperger esconde un pasado siniestro: durante el nazismo, fue cómplice del régimen, sumándose con sus diagnósticos a las políticas de exterminio que aplicó el Tercer Reich».
Clarín
La historiadora Edith Sheffer narra de manera sobrecogedora la alineación de un médico a las despiadadas exigencias ideológicas del régimen nazi, que lo llevaron a convertirse en cómplice del asesinato de menores. Los niños de Asperger es mucho más que un recuento sobre los horrores del nazismo; es una obra urgente que nos invita a repensar cómo las sociedades evalúan, etiquetan y tratan a quienes han sido diagnosticados con discapacidad.