En tiempos de paz jugaron a ser otros. En tiempos de guerra descubrieron quiénes eran en realidad.
Baviera, Alemania. El castillo de Fallstein es uno de los más fastuosos de la zona, pero, lejos de ser un remanso de paz alejado del frente, Hilda Sagnier ha comprobado cómo la guerra y sus consecuencias han entrado con fuerza en sus salones, pues su marido, el prestigioso conde bávaro de Fallstein, ha sido completamente seducido por Hitler. Decidida a luchar por lo que cree, la condesa no dudará en arriesgar su vida, sobrepasar sus límites y fingir ser quien no es para ayudar a los perseguidos del régimen.
Mientras tanto, en Barcelona, los nazis empiezan a agasajar a José Manuel, pero el empresario sabe exactamente cuál es su objetivo. Él, que fue espía durante la Guerra Civil española, no tardará en involucrarse en la misión más secreta y de una relevancia capital, una misión que lo llevará a alternar con la élite alemana y a relacionarse con la alta sociedad de Potsdam. Allí, donde todos se relajan y hablan más de la cuenta, el espía deberá encontrar y destruir el arma en la que los alemanes confían su victoria.
Hilda y José Manuel, dos españoles en el corazón del Tercer Reich, descubrirán que, en tiempos de guerra, nadie es quien dice ser y que a veces la urgencia y el peligro son los mejores aliados para que el amor y los verdaderos sentimientos afloren.
Durante la noche del 24 al 25 de julio de 1938, la XI Brigada Mixta del ejército de la República cruza el río para establecer una cabeza de puente en Castellets del Segre. En las inmediaciones del pueblo, medio batallón de infantería, un tabor marroquí y una compañía de la Legión defienden la zona. Está a punto de comenzar la batalla del Ebro, la más cruda y sangrienta que se libró nunca en suelo español.
Combinando de forma magistral la ficción con datos históricos y testimonios personales, Arturo Pérez-Reverte sitúa al lector, con sobrecogedor realismo, entre quienes, voluntarios o a la fuerza, lucharon en los frentes de batalla de la Guerra Civil. Sus nombres no son los que recuerda la Historia, pero cuanto les sucedió resuena en estas páginas con el dramatismo de una memoria que nos pertenece a todos.
26 de agosto, 7.14 de la mañana: Jane Pearson amanece ante un mundo radicalmente distinto, uno en el que todos los hombres han desaparecido, incluidos su hijo y su marido. Mientras los busca sin perder la esperanza de traerlos de vuelta, ante ella surge una sociedad nueva, mejor, más feliz y segura que la anterior. Jane se enfrentará así a un gran dilema: tendrá que decidir si quiere ayudar a los hombres a regresar o si prefiere seguir viviendo en un nuevo mundo sin ellos.
Villa Melania es una absorbente saga familiar que evoca otra era de forma realmente bella. Algunas puertas están cerradas por alguna poderosa razón.
«Es posible que todos estemos algo resquebrajados por dentro, que nadie conserve intacta la luna del espejo en el que nos contemplábamos siendo niños.»
En Villa Melania hay una habitación llena de espejos rotos y de recuerdos trágicos. En la mansión señorial de los Lanuza Vega, con su prado de caléndulas y su anciana jacaranda, se pasean los fantasmas de varias vidas truncadas en la noche de la víspera de Reyes de 1966, cuyo eco resonará de manera ensordecedora ese mismo día en 2019. El retrato de Melania, la hermosa y dañada Melania, sigue presidiendo la casa tantos años después. Sus pasos se escuchan sobre tarimas y escaleras; buscan a esa persona capaz de oír a los objetos contar sus historias. Esas historias que ni las hermanas ni el buen cuñado de Melania quieren contar; esas historias que Camila, su sobrina nieta, descubrirá demasiado tarde; esas historias que solo Cloe, la hermana de Camila, sabrá atender y comprender.
Muerte, melancolía, enfermedad, pero también celos, envidia, dolor y miedo acechan desde esos espejos rotos en los que se refleja lo que fueron y lo que son quienes alguna vez vivieron en esa casa. Solo existe una manera de arreglar las lunas y las vidas quebradas: hablar, porque «al callar enterramos a nuestros muertos un poco más hondo».
Desde finales del siglo XIX y hasta los años cincuenta del siglo pasado, las jóvenes más humildes de los valles del Pirineo navarro y aragonés cruzaban a pie las montañas para trabajar en las fábricas de alpargatas del lado francés. Como las golondrinas, marchaban en octubre y regresaban en primavera, llenas de ilusión y cargadas de telas y enseres para el ajuar que constituiría su aportación a un futuro matrimonio.
Esperanza Ayerra es biznieta de Esperanza, una golondrina que cruzó los Pirineos en 1913 y a la que la mayor contienda mundial robó su porvenir. Es nieta de Esperanza, conocida como Perla, que no tuvo padre, ni marido, por el cruel destino de una España dividida. Es hija de Espe, una mujer que se tragó sus penas y a la que la historia dejó sin aire. Es el fruto de la frontera entre dos países que se alejan y se acercan cuando sus pobladores se enamoran.
Un joven abogado ingles instalado en Singapur recibe la visita de su amigo Robert Crosbie, propietario de una plantación de caucho. El empresario está muy alterado porque su esposa, Leslie, ha sido arrestada por el asesinato de Geoffrey Hammond, capataz de la plantación y amigo de la familia, y quiere pedir al abogado que se encargue de su defensa. A priori no parece un caso muy complicado, especialmente cuando Leslie alega que, la noche del asesinato, Geoffrey va intentó abusar de ella aprovechándose de que estaba sola en la casa de la plantación. Además, el testimonio de Leslie, tan tranquila y sensata, parece muy convincente, o al menos esa es la impresión del abogado hasta que aparece una carta.