En este sexto volumen de la obra completa de Elias Canetti se han unido dos obras muy diversas pero hermanadas por un nexo común: la capacidad de oír y la fascinación por la lengua oral que tenía el autor.
Las voces de Marrakesch (1954) es un espléndido conjunto de «apuntes después de un viaje» por la ciudad marroquí. El Testigo Oidor (1974) es un insólito libro en el que Canetti regresa a la descripción caracterológica para regalarnos «cincuenta caracteres» que nos brindan una divertida lección de humanidad.
Intriga, pasión y aventura en un thriller de altísima tensión en el que los hilos se entrelazan a bordo de un Boeing 314, por el maestro indiscutible del genero: Ken Follett.
Septiembre de 1939. Gran Bretaña ha declarado la guerra a Alemania.
Aventureros, artistas, hombres de negocios, ciudadanos que huyen de la vejación y la miseria embarcan en el último hidroavión que despega rumbo a Estados Unidos, abandonando un país sobre el que planea la incertidumbre...
La noble y fascista familia de los Oxenford huye para evitar la detención del patriarca. A su vez, Diana Lovesey lo hace para escapar con su amante Mark, mientras su marido Mervyn la persigue junto con Nancy Lenehan, que quiere impedir que su hermano Peter malvenda su empresa.
Este libro está basado en el testimonio de 22 prostitutas cubanas, que ejercen su oficio en la República Dominicana, cada una de ellas desnuda su vida y cuentan cómo empezaron a trabajar como jineteras en Cuba o debutaron en una noche cualquiera, en esta otra tierra, pero al ser cubanas se les conoce como jineteras importadas.
Mujeres que hacen uso del sexo para obtener alimentos, ropa, dinero, objetos de valor un vehículo y por qué no decirlo, una visa para cualquier lugar del mundo.
Lapierre y Collins construyen un vasto fresco histórico desbordante de aventuras, drama, amor y heroísmo. Oh, Jerusalén se ha convertido así en una obra clásica y en un texto clave para entender por qué Israel sigue siendo, medio siglo después de su fundación, una de las zonas más conflictivas del planeta.
Sentado junto a una ventana con vistas a un lago cuyas aguas indefinidas, letárgicas, pusilánimes e indecisas le parecen fiel imagen de aquellos que, esperando su muerte, lo rodean en su retiro, el juez Casaldáliga ya no recuerda aquella frase que su padre le repetía de niño una y otra vez: «Has de tener bien presente que un hombre no es nada sin un destino». Un destino inconfundible y nítido que él buscó, empecinado, durante mucho tiempo, hasta que, en 1939, al regresar a su país después de un exilio de tres años en Lisboa, vio claro que el final de una guerra cuyas consecuencias ni le interesaban ni le importaban, le brindaba sin embargo una oportunidad para decidir no sólo su destino, sino también el de sus semejantes. El siglo (1983), una novela que se adentra en los mecanismos de la delación y la supervivencia, del dominio y la traición de los semejantes fue, durante mucho tiempo, una de las preferidas de su autor.
Segunda obra autobiográfica de Sándor Márai tras Confesiones de un burgués, éste es el libro más íntimo y desgarrador de todos los escritos por el gran autor húngaro.
Olga, a las puertas de la muerte, explica a su nieta la manera de conseguir que cada camino que tomemos en la vida esté guiado por nuestro corazón, y que cada traspié que demos pueda mitigarse luchando con valentía contra el azar.
Kafka Tamura se va de casa el día en que cumple quince años. La razón, si es que la hay, son las malas relaciones con su padre, un escultor famoso convencido de que su hijo habrá de repetir el aciago sino del Edipo de la tragedia clásica, y la sensación de vacío producida por la ausencia de su madre y su hermana, a quienes apenas recuerda porque también se marcharon de casa cuando era muy pequeño. El azar, o el destino, le llevarán al sur del país, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca y conocerá a una misteriosa mujer mayor, tan mayor que podría ser su madre, llamada Saeki.
Si sobre la vida de Kafka se cierne la tragedia –en el sentido clásico–, sobre la de Satoru Nakata ya se ha abatido –en el sentido real–: de niño, durante la segunda guerra mundial, sufrió un extraño accidente que lo marcaría de por vida.
Como en el mejor Murakami, pasado y presente, sueño y vigilia, se funden y solapan creando una atmósfera en la que resulta difícil discernir deseo y pesadilla.