«—Ay, padre querido —exclamó María al fin—, ¿a quién le pertenece ese encantador hombrecito que está junto al árbol? —Ese caballero estará al servicio de todos ustedes, querida hija. Con sus dientes es capaz de romper las nueces más rígidas.
Aquel sofisticado hombrecito pertenecía a la familia de los Cascanueces y ejercía la misma profesión de sus ancestros.
—Puesto que el amigo Cascanueces ha elegido ser tu favorito, lo dejaré bajo tu custodia y cuidado.
De inmediato, María lo tomó entre sus brazos».
«Sé lo que has hecho». Este mensaje, encontrado en el bolsillo del pantalón de Alaska Sanders, cuyo cadáver apareció el 3 de abril de 1999 al borde del lago de Mount Pleasant, una pequeña localidad de New Hampshire, es la clave de la nueva y apasionante investigación que, once años después de poner entre rejas a sus presuntos culpables, vuelve a reunir al escritor Marcus Goldman y al sargento Perry Gahalowood. En esta Ocasión contarán con la inestimable ayuda de una joven agente de policía, Lauren Donovan, empeñada en resolver la trama de secretos que se esconde tras el caso. A medida que vayan descubriendo quién era realmente Alaska Sanders, irán resurgiendo también los fantasmas del pasado y, entre ellos, especialmente el de Harry Quebert.
Dobles verdades en un caso para Miss Marple.
Jerry y su hermana Joanna llegan a Lymstock, un pequeño pueblo del sur de Inglaterra, para pasar una temporada. El entorno es idílico y los lugareños, encantadores. Todo cambia cuando Joanna recibe un anónimo repleto de acusaciones de mal gusto, y lo que al principio parece una broma inocente pronto se complica al descubrir que todos los vecinos han recibido mensajes similares. Tras la repentina muerte de la esposa del famoso abogado Richard Symmington, el terror se desata y nadie puede dar una explicación a lo sucedido. Pero Jerry Burton, convencido de que esta muerte guarda relación con los anónimos, está dispuesto a encontrar al culpable, y para ello contará con la inestimable astucia de Miss Marple.
A las dos de la tarde del 8 de enero de 2007, Rosa Bazzi y Olindo Romano abandonan el pueblo lombardo de Erba en un coche patrulla de los carabinieri. Creen que la intención de los agentes es ponerlos a salvo de los periodistas que asedian su casa, pero en menos de una hora se encuentran en la prisión del Bassone. Pronto los medios de comunicación y la opinión pública los bautizan como «los monstruos de Erba», acusados de asesinar a cuatro vecinos —tres de ellos miembros de una misma familia, incluyendo un niño de dos años—, y el matrimonio se enfrenta a una condena a cadena perpetua, y a lo que a sus ojos resulta aún mucho peor: la separación.
La escritora Alessandra Carati, finalista del Premio Strega, impactada por un caso que todavía hoy conmociona a toda Italia, conoce a la presunta asesina a principios de 2019 y la visita cada semana entre julio y febrero del año siguiente. «Ahora me desahogo contigo como con el capellán», le dice Rosy.
Una banda de ladrones consigue robar algo que, pese a no tener precio, está asegurado en veinticinco millones de dólares: los cinco manuscritos originales de las novelas de Francis Scott Fitzgerald, que hasta hacía poco yacían en una cámara acorazada bajo la biblioteca de la Universidad de Princeton. Un botín imposible de resistir. Bruce Cable regenta una prestigiosa librería en la ciudad de verano de Santa Rosa, en Camino Island. No obstante, muy pocos saben que su auténtico negocio a menudo lo lleva a adentrarse en el peligroso, pero tremendamente lucrativo, mercado negro de los libros y manuscritos robados. Mercer Mann, una joven y endeudada escritora que solía pasar sus veranos en la idílica playa de Camino Island, recibe una propuesta que no puede rechazar. Volverá a la paz de la isla para escribir su novela y, entretanto, se acercará al círculo de escritores de cierto librero de dudosa reputación... y a su interesante colección de manuscritos. Sin embargo, Mercer se pondrá en peligro al descubrir más de lo necesario.
En enero de 1909, una estafa realizada por un tal Henri Lemoine contra la compañía De Beers dedicada a la explotación de minas de diamantes acabó adquiriendo notoriedad mundial.
Marcel Proust, cuyo estilo ya se estaba perfilando en los primeros esbozos de la Busca del tiempo perdido, tomó este caso para describirlo a la manera de Balzac, Flaubert, Renan, Michelet o Saint-Simon, recurriendo, con ello, “a plena conciencia, a la parodia”, con la idea de evitar “malgastar el resto de nuestras vidas escribiendo parodias involuntarias”, o leyéndolas.