Auster comenzó a escribir La invención de la soledad cuando murió su padre repentinamente. Este es un homenaje a la figura paterna, una reflexión sobre su influencia, sobre el papel de hijo y sobre su propia paternidad. Consta de dos textos: en «Retrato de un hombre invisible», Auster analiza un hecho misterioso del pasado familiar y las consecuencias en el carácter del padre; sobre «El libro de la memoria», Enrique Vila-Matas escribió que es «un bello texto que contiene el germen de toda la obra austeriana». La invención de la soledad es un libro autobiográfico en el mismo tono que su último y exitoso libro Diario de invierno.
2067. Rosalera es una ciudad caótica y llena de vida... en parte extraterrestre. El alcalde, Jack Jacques, ha declarado su independencia de Nigeria. Pero la bóveda alienígena, en la que se basaba su prosperidad, está agonizando y las fuerzas del gobierno aguardan su extinción para poner término a la independencia de Rosalera. En los suburbios despierta una misteriosa mujer que no sabe quién es, pero que tiene recuerdos de algo mucho más antiguo y extraño. Entre tanto, otra forma alienígena, aparentemente una planta, ha arraigado en Rosalera y está atacando a Ajenjo y la bóveda.
Aidan Thomas es un hombre modélico, padre de familia, trabajador y muy querido en la pequeña comunidad donde vive. Pero detrás de esa fachada de aparente perfección oculta un oscuro secreto: es un secuestrador y un asesino en serie. Rachel, como insiste en llamarla su raptor, lleva cinco años estudiando a Aidan, sabe que ha matado a las que han venido antes y que pronto hará lo mismo con ella; debe aprovechar la primera oportunidad que se le presente para escapar. Pero cuando Rachel descubra que su vida no es la única que está en juego, deberá decidir entre salvarse a sí misma o ayudar a las dos personas que corren el mismo peligro que ella: Cecilia, la joven hija de su secuestrador, y Emily, la mujer que ha empezado a enamorarse de él.
La misteriosa Helen Graham se instala con su hijo en la mansión de Wildfell Hall y desencadena todo tipo de rumores entre sus vecinos. Tras liberarse de un esposo alcohólico y pendenciero, Helen se enfrenta ahora a una sociedad opresora, pero sale adelante gracias a su buen juicio y su sentido del deber. La búsqueda de la felicidad y de la justicia por parte de su protagonista convierte La inquilina de Wildfell Hall, la segunda (y última) novela de Anne, la menor de las hermanas Brontë, en un lúcido retrato de las miserias humanas, una hermosa novela de amor, un canto a la redención y un ilustre precedente de la literatura feminista.
A las puertas de las vacaciones de verano, la inspectora de homicidios Manuela Mauri no pasa por su mejor momento. Ha vivido en poco tiempo varias experiencias que le han hecho comprender que hay sentimientos y vivencias que no se pueden verbalizar y cosas que es imposible nombrar. Lo percibe cuando sus hijos, Manuel y David, le hablan de la repentina muerte de su padre (su exmarido) y ella no encuentra el modo de consolarlos. Lo intuye cuando ve a los padres de Susana, una joven de dieciséis años que ejercía la prostitución y que murió de una sobredosis, exigiendo justicia para su hija en el juicio de la Operación Lesly y la inspectora está segura de que, sea cual sea la sentencia, nada reparará semejante pérdida. Lo deduce cuando afronta la mirada de Belén, que acaba de perder a su hermana Rebeca a causa de las puñaladas que le ha asestado quien fue su pareja. Lo asimila cuando su propio compañero, Alberto, le hace la proposición más importante de su relación y ella no sabe qué contestar.
Una novela negra combativa y literaria que, por un lado, explora los vínculos de la prostitución con la violencia de género y, por el otro, pone el foco en la parte más personal e íntima de una inspectora que deberá cuidar más y mejor a su pequeña familia si no quiere arriesgarse a perderla.
La inmortalidad: A partir del gesto encantador de una mujer, surge el personaje de Agnes, alrededor de la cual aparecerán su hermana Laura, su marido, Paul, y el mundo contemporáneo, que idolatra a la tecnología y la imagen. Y es que tal vez el hombre no sea sino su imagen, reflexiona Rubens, a quien sólo le quedan dos o tres fotografías mentales de la más excitante de sus amantes. Pronto, las aventuras de esos personajes imaginarios se mezclan con las de dos candidatos a la inmortalidad, Goethe y Bettina von Arnim, mientras la reflexión sobre el nacimiento del homo sentimentalis se alterna con las peripecias del singular profesor Avenarius.